Retomada la senda del pasado, no del todo por mucho que nos quieran hacer creer, con aquel sorprendente y autotilado álbum del 2005, el gran handicap de este disco reside en que, por quinta vez desde entonces, volvemos a encontrarnos con unos Paradise Lost inamovibles en su posición y repitiéndose por enémisa vez en lo mismo, el ghotic metal de manual. Yo soy de los que siempre han preferido no saber por donde van a tirar los de Halifax con su próximo disco, recordemos que es una de las bandas más camaleónicas de la escena metal inglesa, pero desde hace mucho tiempo no dejan nada de espacio a la sorpresa y eso me decepciona un poco.

Quizás el otro gran problema del disco resida en ese auténtico bloque de roca dura que facturó Mackintosh junto a los Vallenfyre el pasado año, un debut que profesaba un amor incondicional por lo oscuro del doom más pesado y la crudeza del death más gutural, poniendo en total evidencia cualquier atisbo de brutalidad que los Paradise Lost habían puesto en sus últimos discos barriendo por completo a su banda madre.
Con una producción impoluta y reverencial a cargo del magnífico Jens Bogren este Tragic Idol vuelve a insistir en lo mismo que sus cuatro últimos discos como ya he dicho, aunque hay que admitir que el disco empieza con temas tan potentes como la inicial Solitary One, la impresionante Crucify, ese riff de guitarra me tiene loco, o la melódica Honesty In Death, la cual me recuerda a por lo menos 10 temas que ya han hecho para otros discos, mi interés se va distrayendo por momentos a medida que va avanzando el disco y nos encontramos con temas simplemente escuchables, pero nada destacables.

Puede que dentro de una semana me esté desdiciendo de todo lo que he comentado hoy, no sería extraño en mi ya que el disco va creciendo por momentos y cada vez que le doy una oportunidad más le saco más brillo y adicción a los temas, pero lo que es seguro es que ni estamos ante una de las obras cumbre del combo de Halifax ni tampoco ante el peor disco que han hecho, y eso ya es algo para una banda que lleva tantos años en la brecha.

Quizás el otro gran problema del disco resida en ese auténtico bloque de roca dura que facturó Mackintosh junto a los Vallenfyre el pasado año, un debut que profesaba un amor incondicional por lo oscuro del doom más pesado y la crudeza del death más gutural, poniendo en total evidencia cualquier atisbo de brutalidad que los Paradise Lost habían puesto en sus últimos discos barriendo por completo a su banda madre.
Con una producción impoluta y reverencial a cargo del magnífico Jens Bogren este Tragic Idol vuelve a insistir en lo mismo que sus cuatro últimos discos como ya he dicho, aunque hay que admitir que el disco empieza con temas tan potentes como la inicial Solitary One, la impresionante Crucify, ese riff de guitarra me tiene loco, o la melódica Honesty In Death, la cual me recuerda a por lo menos 10 temas que ya han hecho para otros discos, mi interés se va distrayendo por momentos a medida que va avanzando el disco y nos encontramos con temas simplemente escuchables, pero nada destacables.

Puede que dentro de una semana me esté desdiciendo de todo lo que he comentado hoy, no sería extraño en mi ya que el disco va creciendo por momentos y cada vez que le doy una oportunidad más le saco más brillo y adicción a los temas, pero lo que es seguro es que ni estamos ante una de las obras cumbre del combo de Halifax ni tampoco ante el peor disco que han hecho, y eso ya es algo para una banda que lleva tantos años en la brecha.