sábado, 24 de marzo de 2018

FYAH (2018) F.Y.A.H.!


Reduciendo su nombre a la mínima expresión y entregando su cuarto disco de estudio a título homónimo, el Swan (el nombre por el que siempre lo reconoceré), ha facturado el disco más caro de su historia. Eso es algo indiscutible, y no me estoy refiriendo precisamente al presupuesto invertido en él, del cual no tengo la más remota idea (más allá de que masterizarlo en los prestigiosos Studios Sterling de Nueva York su pasta les habrá costado), pero para ser la primera vez que no ha utilizado supporters para financiar el álbum, se lo ha cobrado bien caro a los fans. Poniendo a 25 euros (gastos de envío aparte) el CD en su propia web (¿quién es el valiente que se atreve a vender un cd a esos precios hoy en día?) acompañado de una pequeña postal firmada, esa es la opción más barata que se plantea. Swan, lo siento pero te has pasado tres pueblos, eso ya de entrada.



Por de pronto está claro que estamos ante un disco mucho más orgánico, relajado y accesible. Un disco en el que el madrileño se ha rodeado de músicos reales para muchas de las composiciones, utilizando todavía y muy a menudo los riddims de su inseparable Daddy Cobra de la misma manera que aprovecha su magia a los mandos de la mesa de producción, consiguiendo un efecto que se acerca mucho más al clasicismo del reggae, el roots está  muy presente, y se aleja conscientemente de la crudeza del dancehall, con todavía presencia pero bastante más reducida, para construir un discurso algo más meloso, podríamos decir adulto, algo menos combativo y claramente más reflexivo.



Una vez más, cuándo más sorprende el Swan es cuando se sale de su propio patrón y prueba nuevos ritmos oxigenando su propuesto de manera descomunal. Y así, de la misma manera que en el anterior Bl4qkfy4h (2015) nos encontrábamos con variaciones tan refrescantes como el  descarado ska de 1979 o el misterioso y oscuro electro de 10:00 am, aquí nos deleitamos con perlas tan deliciosas y disfrutables como Kambelleh y sus melosos ritmos africanos o el synth vanguardista de Me Toman Por El Enemigo. Sin duda Swan ha dejado abierto el grifo de la creatividad pop a raudales para regalarnos su disco más bonito, facilón, pero no por ello menos disfrutable, aunque eso tampoco quita que se eche de menos al Swan más visceral y emocionante.

Puntuación 8

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