Si bien es cierto que la producción del disco (concisa, estudiada y orgánica de manera descomunal) es una de las bazas más impactantes del disco, la mano del maestro John Parish a los mandos quién además ha colaborado de manera activa como músico en la grabación del disco ha sido más que providencial, la extrema desnudez de la Harding a la hora de interpretar sus temas es lo que realmente te enamora sin remisión una vez sucumbes a los placeres sonoros y vocales de este mágico Party. Exponiendo el folk desde un punto de vista poco convencional y dotando a cada uno de los temas de personalidad propia haciéndolos únicos y diferentes entre si, el disfrute se convierte en una experiencia tan diferente y excepcional como la de verla en directo.
Precisamente ayer tuve la suerte de poder verla en directo y he de decir que la experiencia me voló la cabeza en varios sentidos. Evitando de manera expeditiva lo bonito, preciosista y agradable de su puesta en escena, la interpretación de la Harding en directo es tan especial, diferente y única, que no a todos fue capaz de convencer. Con una asistencia tristemente floja al concierto, no había más de 30 personas en la nueva 2 del Apolo de Barcelona, los pocos que nos juntamos anoche salimos de allí con una sensación extraña, incómoda en algunos casos e incluso de rechazo para muy pocos. Con una interpretación vocal que superó con creces las mieles del estudio y una habilidad a la guitarra que dejó a más de uno con la boca abierta, sus cualidades artísitcas fueron más allá de lo esperado y nadie fue capaz de ponerlas en duda. Pero su lenguaje corporal, y sobretodo el facial, supuso un tour de force para los asistentes que no entendían (ni se acostumbraban) a su histriónica manera de interpretar. Su manera de colocarse la guitarra, prácticamente en la barbilla, las extrañas posiciones que adoptava sobre la silla, piernas abiertas en todo momento y prácticamente recostada y chafada sobre el asiento, y sobretodo sus esperpénticas muecas a la hora de cantar, estamos hablando de puro feísmo y deformación facial a niveles estratosféricos, hizo que la mayoría de presentes pensara que la Harding iba hasta las cejas de droga dura.
Su tímida comunicación con el público, que solamente incluyó un breve -thank you- después de cada canción, todavía hacía sospechar más. Pero nada más lejos de la realidad, ya que poco después de acabar el concierto coincidimos con ella en la puerta de la sala comprobando que nada de lo sospechado era verdad y que todo se debía a una extraña protección que utiliza para superar su miedo escénico y poco más. Nos firmó el disco con una mezcla de humildad, verguenza, timidez y sorpresa realmente tierna y agradable. Pero de lo que no hay duda alguna, es que la Harding es un animal del directo como pocos te vas a encontrar, que rechaza de manera directa esa sensación de belleza descomunal tan ligada al folk, para ofrecer unas formas y unas maneras de las que, al menos yo, no puedo más que alabar y engrandecer de manera inequívoca. Para que nos entendamos en qué nivel de muecas enervantes está la Harding, aquí va mi ranking personal. En tercera posición tendríamos a nuestra querida Pavvla, en segunda a la descarada Este de Haim (quien hasta ayer estaba posicionada como la primera de manera indiscutible), y después del repertorio de caretos extremos de ayer en el bolo de la Harding, os puedo garantizar que la neocelandesa se lleva la palma con pocas opciones de que nadie la pueda desvancar.
Puntuación 10
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