Intentando salir del cerrado Círculo en el que me tiene metido Kase-O y tres cuartos de lo mismo con la adicción brutal a la que me tiene sometido Shotta, el nuevo disco de mi amada Beth Orton ha sido todo un soplo de aire fresco, incluso renovador, con el que he conseguido rellenar algunos de mis momentos musicales más preciados, esos en los que puedo realmente estar atento a la música que escucho y no es un simple murmullo de fondo al que es difícil prestarle atención, que lleva por título Kidsticks. Con la tranquilidad que la ha caracterizado estos últimos años, ésta vez han pasado cuatro desde su anterior Sugaring Season en el que recuperábamos a la Orton más clásica y reconocible, Kidsticks es el séptimo disco de la inglesa y, sin lugar a dudas, el más sorprendente, arriesgado y diferente de todos los que ha publicados hasta la fecha.
Mucho tiempo ha pasado desde que William Orbit o los Chemical Brothers se derritieran por completo con las dulces mieles vocales de la Orton, quien desde que comenzó su carrera en solitario, allá por 1993 con aquel histriónico debut llamado Superpinkymandy producido por el entonces novio de la Orton William Orbit, no ha dejado de entregar discos más que notables con alguna que otra obra maestra de por medio como el insuperable Daybreaker (2002) o el tan sólo un poquito por debajo Trailer Park (1996) para llegar a este 2016 y conseguir renovar su sonido y su actitud musical hasta puntos insospechables después de lo mostrado en sus dos útlimos discos. Ambos claramente encarados al folk edulcorado y delicado.
Lo que nos ofrece este Kidsticks es una relación directa, ya que es la única que he conseguido establecer en su discografía con éste último disco, con su debut. Salvando las distancias que da la experiencia y obviamente la actualziación musical de la electrónica, Kidsticks es un disco altamente digitalizado pero no por ello menos orgánico de lo que la esbelta inglesa nos tiene acostumbrados. Producido por el muy en alza Andrew Hung de los Fuck Buttons y rodeada de teclados, sintetizadores, baterías digitales y algúna que otra guitarra o bajo, Kidsticks es un disco precioso sin empalagar, melancólico sin entristezer y luminoso sin cegar, que juega a equilibrar de manera excepcional la accesibilidad con la experimentación personal de la Orton quien ha preferido cambiar de aires con acertada decisión de por medio.
Puntuación 8
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