Y nos despedimos de las cálidas tierras estadounidenses diciéndole adiós a Carlson y los suyos, para adentrarnos en el gélido reino islandés de mano de una de las mejores bandas que ha dado esa tierra desde los tiempos de los vikingos, estamos hablando de los inimitables Sólstafir. Descritos como post-metal o incluso avant-garde, etiquetas que se quedan a años luz de la magnificencia de la banda, lo suyo es cantar en su idioma natal y facturar discos conceptuales empapados en su folklore nacional e inspirados en sus vastos paisajes. Una combinación que ha dado como fruto 5 discos largos y que, con este Ótta, vuelven a exponer una excelsa, delicada y visionaria capacidad de evocación elevando el arte de la música rock, prácticamente al nivel de la clásica.
Recogiendo el testigo de su anterior Svartir Sandar, Ótta se mueve en los mismos preceptos musicales que lo hacía aquel ampliando aún más sus cualidades y sus posibilidades, que en cualquier caso son infinitas en las manos de Sólstafir, y utilizando como concepto el propio día. El disco consta de 8 cortes, los cuales representa cada uno una octava parte del día recorriendo así un día entero (conceptualmente hablando) desde la primera canción hasta la última. Una razón más para llamar a esto una obra maestra de proporciones bíblicas.
Para los que ya estéis acostumbrados a la majestuosas obras maestras de Sólstafir, aquí va una más, posiblemente la mejor hasta la fecha, y para los que no, bueno, si realmente os gusta la música sin etiquetas, desligada de cualquier tipo de estilismo conocido y difícil de hacerla encajar en el estado natural de la música actual, aquí va un indescriptible ejercicio de personalidad, actutid y sabiduría musical tan único como impagable. Señor@s, ¿estamos entonces ante el mejor disco del año?, no, estamos ante la mejor obra de arte del año, porqué el arte no se pude reducir simplemente a un disco.
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