SEGUNDO DÍA DE BATALLA: EL DÍA DE LOS TRES 10
La intención era ir colgando los comentarios de los conciertos al día siguiente, pero el frenético ritmo que sigo durante la semana del Festival hace que me sea prácticamente imposible dedicarle un par de horas de la mañana a realizar esos comentarios ya que mi día consiste en levantarme, hacer un par de cosas en casa, preparar unos bocadillos, comer y salir pitando para el recinto del Fòrum. No hay tiempo para más. Ahora mismo son las tres de la tarde del Sábado, último día grande, y estoy aprovechando al máximo la hora que me queda antes de salir para allí mientras las ideas principales siguen frescas.
(Autumn Commets, 17.00 Ray Ban)
Después de un Miércoles más que notable con Suede, Goat y Empress Of, el Jueves se presentaba como un día prácticamente taquicárdico con un cartel rebosante de nombres grandes con gente como John Carpenter, Explosions In The Sky, Algiers, Daughter o Julien Baker a la cabeza de mis expectativas más estratosféricas. La primera parada la hacíamos en el escenario predilecto para la mayoría, en el anfiteatro central del recinto del Fòrum, el RayBan. Y la banda en cuestión eran los Autumn Commets, un combo de Madrid que bebe sin complejos de los omnipresentes Planetas para componer una propuesta dotoda de una muralla sónica envidiable y una calidad más allá de toda duda. Pero de la misma manera que su parecido con la banda indie por excelencia de nuestro país puede ayudar a muchos a acercarse a ellos, incluso su cantante guarda cierta similitud vocal y física con nuestro querido J. aunque con unos quilos de más, hace que muchos cometan el error de anularla de entrada precisamente por eso, pero su personalidad sobre las tablas es apabullante. Nada nuevo sobre nuestro querido RayBan, aunque eso no quita que los Comments se convirtieran en el aperitivo perfecto para el precalentamiento de un día que amenazaba con un sol de justicia sobre nuestras cabezas, pero que, gracias a los Commets, a la considerable tormenta de watios descargada sobre nuestros cuerpos todavía frescos y dispuestos a disfrutar, y a la compañía de mi hermana Aina, recargamos a tope de energía positiva para prepapararnos de la mejor manera posible para lo que se nos venía encima. Un día de escándalo.
Puntuación 7
(Algiers, 18.00 Heineken)
La siguiente parada, ya una de las importantes, era en uno de los dos escenarios grandes del Festival, el muy odiado Heineken. Una explanada enorme en la que caben más de 50.000 personas, esas son las cifras que se barajaron durante el concierto de Radiohead, y en la que si no estás lo suficientemente cerca no oyes nada y mucho menos ves nada a menos que tires de pantallas. Pero bueno, no pasa nada cuando vas dos personas y no es uno de los conciertos más concurridos del Festival, a partir de las 22.00 la cosa se pone más complicada en esa zona. Ver al trío de ¿gospel industrial? Algiers sobre las tablas del Heineken se convirtió en una experiencia parecida a la que tuve el año pasado con mis amadas Haim, me encontré con una banda totalmente distinta a lo esperado. Si su aclamado debut del 2015 incide en la densidad, el misterio y la elegancia sonora, por mucho que su mezcla sea igual de arriesgada en estudio que en directo, su traspaso al directo se convierte en un ejercicio único e impensable de libertad musical y experimentación ilimitada en la que derrochan desparpajo, visceralidad, fuerza, energía y contundencia por los cuatro costados. Una verdadera experiencia sensorial que traspasa el mero espectáculo musical para convertirse en algo orgánico y físico que puedes sentir dentro de tus entrañas moviendo resortes que ni conocías. Amantes absolutos de la rudidera sin complejos, de los sonidos discotequeros de los 80, y supliendo ese poso serio y enigmático de su debut por una energía desbordante e infecciosa en cantides ingentes, lo variopinto de su propuesta casaba a la perfección con las diferetentes estéticas de sus componentes y la diversificación instrumental que había sobre el escenario, desde tablas secuenciales hasta panderetas. Brutales. Prendado de las interpretaciones de su guitarrista/teclista/bailarín.
Puntuación 8
(Julien Baker, 18.40 Adidas Orginal)
Y literalmente con el petardo en el culo, mi hermana Aina y yo nos dirijimos como flechas atravesando el recinto del Festival de cabo a rabo, la primera de muchas que vendrían, para ver a la también debutante Julien Baker que con su Sprained Ankle, un sencillo y humilde disco de folk tan certero como un directo a la mandíbula, nos había conquistado a ambos hasta las trancas. Lo mejor: su ubicación, el ahora Adidas Original, antiguo Vice, mi favorito personal. Pues bien, en un concierto que no pasó de la media hora, demasiado breve para lo esperado, la intesidad, la emoción y la pasión eran sentimientos que podían cortarse en el ambiente inmaculado, precioso y doliente que fue capaz de crear una jovencísima Julien Baker. Quien, por otro lado, parecía una tímida y vergonzosa quinceañera tocando delante de su familia por primera vez, con esa candidez, ingeniudad y valentía que te da exponerte ante una audiencia únicamente contando con tu presencia y tu guitarra. Durante el ajustado show que le tocó brindarnos esa tarde, Julien nos dejó tan encandilados que nos hubiéramos podido pasar horas escuchándola. Esa manera de bajar el volumen de su guitarra mientras cantaba, resultando prácticamente en una actuación a cappella, y subirlo mientras callaba para mostrar su expresividad a través de su instrumento, se convirtió en una experiencia más allá de lo imaginable. Una pena no haber podido repetir al día siguiente en el escenario Martini durante su concierto de las 14.00 en los jardines del MACBA. Y seguimos con las puntuaciones cada vez más altas.
Puntuación 9
(Daughter, 20.00 Heineken)
A las 20.00 de la tarde, en el Heineken de nuevo, tenía otra de las citas más importantes del día con los ingleses Daughter. Su concierto el pasado año en el Apolo, precedido de un sorpresivo sold out, fue uno de los más memorables que recuerda la sala de Barcelona en los últimos 5 años, eso y que llegaban al Primavera Sound para presentar su segundo álbum Not To Disappear, un disco que momentos antes del concierto estaba comentando con Aina que era capaz de comerse a su debut si se le deja cocer a fuego lento durante el tiempo suficiente, eran razones de peso para acercarse hasta las primeras filas y sentir las pulsiones emocionales de los Daughter a flor de piel. El directo de los de Elena Tonra no hizo más que confirmar mis sospechas poniendo en evidencia (no todas) las canciones de su debut al mirarse cara a cara con la descomunal fuerza y belleza de sus nuevas composiciones. Las cuales se crecian en directo hasta límites insospechados. Preñando de positivismo, luz y dulzura toda la explanada del Heineken, las composiciones de su último ábum sonaron más vivas, más coloristas, incuso más divertidas, pero sobretodo más cercanas, menos frías y menos lángidas que en el estudio, para llevarnos a un preciosista éxtasis sonoro conducido por deliciosas texturas e infinitas capas de sonido entre las que los susurros y los angelicales cánticos de la Tonra salían a flote para elevarnos dentro de ese inagotable sentimiento de placer sonoro. Hubo tal conjunción con el público, que en un momento concreto fue la propia Tonra la que se quebró emocionalmente al ver la entrega de una audiencia aboslutamente postrada a los pies de un combo de una grandeza que no conoce límites. Magistrales es decir poco y primer 10 a la saca.
Puntuación 10
(Explosions In The Sky, 22.20 Heineken)
Después de un pequeño descanso de media hora y acercándonos bastante más de lo que estábamos en Daughter, esta vez con cambio de acompañante incluido al lado de mi incombustible Ester, nos colocamos en primera fila para empezar a disfrutar de los iniciáticos acordes de los fantabulosos Explosions In The Sky, o como ellos mismos se presentaron, Explosiones En El Cielo. Comentando además que esta era su tercera vez en el Primavera Sound en un perfecto Castellano, comenzaron a desgranar sus épicas composiciones al servicio de un Heineken absolutamente hipnotizado con su indescriptible magia musical. Teniéndolos en mi punto de mira desde hace 15 años, me quedaban pendientes para cerrar la trilogía insuperable completada por Godspeed You! Black Emperor y Mogwai, los Explosions me dieron mucho más de lo esperado y elevaron mi amor por ellos hasta los confines del universo conocido. Portadores de una energía lumínica y vitalista absolutamente cegadora, renovadora y radiante, su extraordinaria capacitación a los instrumentos se transfiere al público en forma de habilidades curativas y sanadoras, desplegadas a través del trance emocional y el estado mental al que somenten al respetable de manera irremediable. Con una ejecución impecable, lo de la tercera guitarra añadiendo esa capa extra de melodía rabiosamente punzante es de un placer indescriptible, un sonido apabullante y una calidad y una profesionalidad absoluta, la formación de quinteto se cerró en círculo en el centro del enorme Heineken concentrando así su poderosa conexión y su explosiva química de manera que el centro del escenario se convirtió en algo así como una bola de energía enorme que lanzaba rayos purificadores a los asistentes dejándolos en gracia divina para el resto de los días del Festival. Sin lugar a dudas, y hasta que Sigur Ros apareció el Sábado barriéndolo todo, los Explosions se llevaron el Jueves y el Viernes la indiscutible medalla de campeones absolutos del cotarro. La magia del Primavera Sound empezaba a fluir sin medida.
Puntuación 10 (...y un 20 también)
(John Carpenter, 23.50 Primavera)
Puntuación 10
Y llegaba uno de los momentos más emotivos del Festival, quizás el más emotivo de todos los que veré en mi vida sobre un escenario. Una conjunción de música y cine inalcanzable a imaginar, más allá de las expectativas más infundadas y más más allá de lo exigido en una de esas situaciones en las que, por poco que las cosas fueran medianamente bien, el maestro John Carpenter iba a salir por la puerta grande y a hombros vitoreado y aplaudido hasta la saciedad por una congregación de acólitos locos como quinceañeras desbocadas con la aparición, en carne y hueso, de su Dios más absoluto e indiscutible. El hombre capaz de mostrar al mundo obras maestras del género como La Cosa o Halloween se subió a las tablas del escenario Primavera, junto a una banda de músicos de una calidad encomiable y a su hijo Cody Carpenter en claro apoyo con los sintetizadores, para desgranar un set-list que dejó sin palabras a los allí congregados repasando todos y cada uno de los clásicos de sus bandas sonoras más referenciales. Asalto A La Comisaría del Distrito 13, La Niebla, Están Vivos, La Cosa (haciendo mención especial al artífice de la pieza firmada por el maestro Ennio Morricone), Golpe en la Pequeña China, Halloween, En La Boca del Miedo, El Príncipe de las Tinieblas y Christine fueron las elegidas para el excelso disfrute de un público que no cabía en su gozo, y mucho menos en su asombro, de poder tener finalmente a ese incendiario abuelo de 68 años señalando a la audiencia, levantado el puño y bailando al son de sus inalterables melodías ochenteras grabadas a fuego durante décadas en la memoria de muchos. Lo mismo pasará con ese momento, quedará grabado fuego en nuestras retinas hasta el fin de nuestros días. Con un guión muy bien aprendido e intercalando únicamente dos de sus hits actuales en todo el set-list, Vortex de Lost Themes y Distant Dream de Lost Themes II sonaron muy crecidas en comparación a sus respectivas versiones del álbum, quizás lo mejor de todo fue poder disfrutar al mismo tiempo de unos montajes visuales que nos pasaban, en perfecta cronología, los mejores momentos de cada una de las películas durante la ejecución de su banda sonora. Un detalle que puso el broche de oro a una actuación absolutamente histórica. John Carpenter Rocks!
Puntuación 10
Un primer día absolutamente, perfecto, insuperable e impensable. Ninguno de los siguientes días, ,en global, pudo ensombrecer la grandeza de un Jueves tan radiante como ese pasado 2 de Junio. Un día para enmarcar.
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