Lo mío con Soprano es puro amor, a prueba de bombas. Ni siquiera con un disco como L'Everest, al que en las primeras escuchas le apunté más fallos que aciertos, he conseguido separarme de él, en gran parte porque a partir de la quinta escucha (a la que és imposible no llegar con el marsellés) muchos de esos fallos ya se habían convertido en pasables o incluso en aciertos en algunos casos. Teniendo en cuenta que Soprano viene de facturar su mejor disco hasta la fecha, ese Cosmopolitanie (Parlophone / Warner / StreetSkillz, 2014) es simple y llanamente insuperable, era de esperar que el francés no pudiera copar la descomunal calidad y variedad de la que está dotado su hermano mayor, pero he de admitir que pasada la décima escucha, ya había muy pocos temas que me patinaran.
L'Everest da comienzo con una Intro, de poco más de 3 minutos, en la que Soprano ensalza la familia, su barrio y a sus compañeros en PS4 bajo una base rotunda y siniestra, con un fantasmagórico coro de fondo que la llena de manera brutal, para dar paso al que es, discutiblemente, el mejor tema del disco y el que da título al mismo, Mon Everest. Un tema absolutamente clásico dentro del estilo de Soprano, esas maravillas vocales que hace con el rapeo y el canturreo son de otro planeta, en el que nos encontramos con un mc absolutamente supremo en las rimas, los tempos, el flow y la métrica, y acompañado por Marina Kaye en el estribillo. Un estribillo que se te queda grabado a fuego desde el minuto en el que entra en tu cabeza, dejando un residuo de por vida.
La cosa empieza realmente bien, después de esos dos temas ya pensaba que el disco iba a ser capaz de superar con creces al Cosmopolitanie, pero en cuanto En Feu entra en juego, algo así como un himno futbolero con ritmos africanos (es a lo que me suena), la cosa baja enteros. A estas alturas, como con muchos temas como ya he dicho, lo disfruto al máximo, pero me ha costado un poco. En Feu es un tema que suena alegre, festivo, divetido y muy bailable, muy pulido, accesible, como para todos los públicos, radiable total y pinchable en cualquier garito nocturno para poner el ambiente a tono, un tema con muchas posibilidades se podría decir. Le diable ne s'habille plus en Prada, el cuarto de la lista, es otro de esos temas que expresan el espíritu disco y ultra comercial de Soprano y que con el tiempo también disfruto horrores por la manera de rapear del galo, algo que podría arreglar el peor día de mi vida.
Y llegamos a otro highlight del disco. En Coeurdonnier, Soprano nos regala un temazo inconmensurable en el consigue concentrar varias de sus filias de manera deliciosa. El barroquismo de los arreglos, los coros descomunales y celestiales, el amor incondicional que le brinda al pop más hortera y su auténtica pasión por el espíritu disco (muy recurrernte en éste L'Everest) hacen del quinto tema del disco una auténtica delicatessen. Y de uno de los gordos vamos al que es, indiscutiblemente, el peor tema del disco. Rihanna, en sexta posición, es una ridiculez como un piano, eso es indiscutible, pero una ridiculez con la que, finalmente, también he caído rendiddo a sus pies. Alonzo colabora con una estrofa en la que dice Pepita, ¿cómo no me voy a derretir?. Más disco en vena, eso por descontado.
Pero como pasa en gran parte del disco, Soprano sabe como contentarnos de nuevo, ganarnos y volver a creer en él como el mc más grande que ha dado el país galo en toda su historia. El séptimo tema se llama Roule y es uno de esos temas en los que Soprano se vacía (sin concesiones), emociona (hasta límites insospechados) y firma (con una facilidad pasmosa) otro de los estribillos más gordos del disco con unas rimas tan conmovedoras como sentidas. Y llegamos al primer experimento (acertadísimo) del disco con Mes Kwell. Un tema claramente de inspiración trap, sus colaboradores en el tema (Zak y Diego) seguro que son estrellas del estilo en Francia ya que ejercen como tal, Soprano nos regala una estrofa, y su respectivo estribillo canturreado, en la que (con un dominio de la técnica exagerado y sobradísimo) entra sobre la base con un estilazo desbordante barriendo a cualquier trapper de la zona sin contemplaciones y demostrando que, no es que su suba al carro, sino que es él quien lo maneja.
Los dos temas siguientes, Parle-Moi y Attitude con Black M, son de los que nunca deben faltar en un disco de Soprano. Bailables, disfrutables, coreables, facilones y deliciosos. Post-Scriptum es uno de esos temas sobre piano, con el que tan bien casan y tanto lucen las rimas de Soprano, reflexivo, cercano, emotivo y precioso. Marseille, en el que colabora Jul, es una oda a su hogar, su casa, sus calles y sus gentes dotado de un ritmo infeccioso y unas rimas que de nuevo vuelven a elevar el producto hasta convertirlo en high class. El último, Mon Public, otro de esos experiementos acertadísimos del disco es, sin duda, el Redemption Song de Soprano. Cantado prácticamente en su totalidad y con una guitarra acústica como parte de la base, Mon Public es absolutamente preciosa y la manera más perfecta de terminar un disco que se lleva un 9 como la copa de un pino.
Puntuación 9