martes, 3 de junio de 2014

PRIMAVERA SOUND FESTIVAL 2014 (SÁBADO 31 DE MAYO). El día que el Rap conquistó el Festival.


Bueno, último día, cuanto menos para mi ya que el Domingo puedes continuar tu periplo festivalero alrededor de Barcelona como en el Parc de la Ciutadella, la sala Barts o la sala Apolo, en las que la fiesta del Primavera Sound continua hasta altas horas de la madrugada como digna despedida. Por cierto, ayer se me olvidó comentar uno de los conciertos, probablemente mi mente haya anulado por completo cualquier relación con el nefasto espectáculo que ofrecieron los Pixies sobre el Heineken, por eso es que se me pasaría. Entre penoso y patético, ni con los hits de toda la vida, ni con las canciones del nuevo disco, que está muy bien, todo hay que decirlo, consiguieron salvar nada. Frank Black solamente gana kilos y pierde pelo y voz a marchas forzadas con los años, no llegaron ni a cumplir con la papeleta.
 
De nuevo la lluvia nos jugaba una mala pasada y finalmente no pudo ser hasta las 18.30 que me personé en el recinto dispuesto a ver a la banda de Nicholas Thorbum sobre el escenario Ray-Ban. La verdad que el concierto no estubo mal, pero no me emocionaron especialmente y a los 45 minutos de concierto ya había tenido más que suficiente. Se lo hacen bien sobre las tablas, pero hay tantas bandas que se lo hacen mucho mejor, que su power-electro-pop se quedaba a medio gas comparado con el nivelazo que tenía este año el festival.
 
De camino al ATP, muy cerca el uno del otro, a ver a una de esas leyendas de los 90 que no tengo nada controladas. De la misma manera que el año pasado me quedé prendado de los Afghan Wigs, este año el descubrimiento legendario del festival han sido los Superchunk. Una banda de la que tan sólo conocía su último disco I Hate Music, al que por cierto le hicieron un glorioso repaso, y de la que a partir de ahora me declaro fan incondicional. Los que allí nos encontramos, no demasiados por las horas y el miedo a la dichosa lluvia, pudimos comprobar como Mac McCaughan y los suyos tienen tela para rato y son capaces de comerse un escenario tan grande como el ATP ellos solitos para menrendar. Sin duda el concierto más enérgico y desenfadado del festival. Power-pop, punk-rock e indie dándose la mano en una de las mejores conjunciones musicales que nos dieron los inolvidables 90's.
 
Y de cabeza a la zona Pitchfork para ver, por primera vez, a mis amadas Dum Dum Girls. Un concierto que esperaba con ansiedad pero que finalmente no me ofreció todo lo que me esperaba. Con una puesta en escena que sin duda homenajeaba el último concierto que dieron los Girls en el Primavera Sound de hace unos años, las Dum Dum salieron a la cancha calmadas, tranquilas y, bajo mi punto de vista, sin sudar la camiseta. Entre la demasiada corrección de su compostura y la bajada de calidad considerable en el sonido y en voz en comparación con el estudio, he de decir que mi firme decisión es que, a menos que me demuestren lo contrario en un futuro, las Dum Dum son carne de estudio. En directo cumplen, pero no superan al estudio ni en intensidad ni en calidad.
 
Sin moverme del Pitchfork,  pocas veces ocurre pero cuando pasa es toda una alegría, me esperé para ver a ese joven rapero salido del colectivo Odd Future y apadrinado por Tyler The Creator y Frank Ocean, llamado Earl Swaetshirt. Con tan sólo 19 años, una mixtape y un disco largo en la calle, lo suyo es la oscuridad, la maldad, la brutalidad, la calle, las drogas y las peleas. La verdad que esperaba encontrarme a un artista mucho más introvertido y siniestro pero, por el contrario, nos encontramos con un Earl muy dado a la broma, a la interacción con el público y a la diversión. Por supuesto que sus temas sonaron tan gordos, o más, que en su disco, enorme total, pero entre tema y tema se dejaba ver un chaval con más ganas de divertirse que de cortarse las venas. Un concierto absolutamente petado y con la gente más entregada que en los Arcade Fire, con eso lo digo todo. Un mc y un DJ, punto, no le hizo falta nada más para poner el espacio del Pitchfork en llamas.

Y antes de dirigirme al Heineken para seguir con mi particular sesión de rap en vena, tocaba la parada obligada en el ATP con los canadienses Godspeed You! Black Emperor. Habiéndolos visto dos veces con anterioridad en una sala pequeña como el Apolo de Barcelona, podía permitirme el lujo de verlos tan sólo una hora y escaprame a ver entero el concierto de Kendrick Lamar. La hora que los pude disfrutar, además de disfrutarla en muy buena compañía,  fue como un regalo, uno de esos momentos tan preciosos y valiosos que me llega a dolers el saber que hay gente que no sabe disfrutar de ellos y me sabe todavía peor por los que los omitieron por demasiado intensos en un festival más dado a la festividad que a la reflexión musical, y a eso no los gana nadie. Derrotistas, esperanzadores, duros, suaves, pero siempre enormes, los GY!BE no tienen rival y su autenticidad jamás podrás ser igualada por nadie, ni comparada con nadie.
 
El rap mandó ese Sábado en el Primavera Sound y la segunda prueba de ello fue ver al flamante superventas Kendrick Lamar en el escenario Heineken, probablemente el más grande del festival, presentado, por primera vez en España, su último Good Kid Maad City del pasado año. Lo tengo que admitir, Kendrick me dio una de las sorpresas más mayúsculas del festival. Si lo que esperaba era encontrarme a una de las mayores estrellas del rap americano haciendo karaoke con sus propias canciones, práctica más que extendida entre los más rentables del rap made in USA, lo que me encontré fue a un chaval que llevaba toda una banda al completo para respaldarle, batería, teclados, guitarra y bajo, y que ofreció un show mucho más allá de lo esperado por cualquier profesional del rap. Un dato, hay muy pocos que se hayan atrevido a hacer esto dentro del rap, y todavía los que se han atrevido a llevarlo al directo, los hay, pero muy pocos. Solamente por eso y por ofrecer un concierto tan sólido, bailongo y variado, se lleva toda mi admirtación. Lo dicho el RAP MANDA en el Primavera, aunque sólo por momentos.

Pero seamos realistas, el rap mandó hasta que llegó Trent Reznor con sus Nine Inch Nails y revolucionó el festival casi hasta las cotas conseguidas por Arcade Fire en el mismo recinto dos días antes, aunque de manera muy diferente, por supuesto. Desgranando todos y cada uno de sus éxitos más míticos, con un exhasutivo repasado a mi adorado The Downward Spiral,  la inclusión de sus temas más recientes no deslucían para nada una una puesta en escena, un sonido y un saber estar sobre las tablas, prácticamente sin parangón en el industrial. Trent Reznor está mazas, tiene 50 años y está mazas, y sus canciones también. Su música ha disfrutado del paso del tiempo para resurgir con más fuerza que nunca y con más solidez incluso que antaño. De los reunidos allí aquella noche, dudo mucho que nadie, incluso gente que no los conocía, haya salido con alguna duda del buen momento creativo y de forma por el que pasa la banda de Reznor. Sin duda alguna, el concierto más grande del festi junto al de Arcade Fire.


Caminando ya para la puerta de salida me encontré con el Ray-Ban de cara y el comienzo de la actuación de Chromeo. Un dúo que, para muchos, era más que necesario a esas horas, momento para bailar y desfograse al máximo al ritmo de los bajos, los teclados y las guitarras de líneas funkeadas que practican desde hace más de una década los canadienses David Macklovitz y Patrick Gemayel. Un fin de fiesta del que no pude aguantar más de tres canciones pensando continuamente en el momento irrepetible que me habían hecho vivir los NIN. A casa a descansar.

Mi top 5 queda así:

TOUCHE AMORE
HAIM
WARPAINT
NIN
ARCADE FIRE

El listón ha quedado muy alto, a ver que nos depara el año que viene... ¿Nos vemos allí?.

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