lunes, 2 de junio de 2014

PRIMAVERA SOUND FESTIVAL 2014 (VIERNES 30 DE MAYO). El día que Haim conquistó mi corazón (y mi entrepierna).

 
Sin todavía demasiado claro si nos iba a llover o no en las próximas horas, me presenté en el escenario Ray-Ban para presenciar la actuación de los españoles The Last 3 Lines pertenecientes a la gloriosa escudería de Aloud Records. Una de las bandas que menos controladas tengo del sello y, sobre tablas al menos, me impresionaron mucho más de lo esperado. Un sonido envidiable y una formación que me dejó con ganas de más confeccionaron una de las actuaciones más agradables, rockeras y psicodélicas del festival. Durante 60 minutos, los años 60 se volvieron a introducir como por arte de magia en nuestro tiempo. El calentamiento perfecto para una larga jornada.


Mi siguiente opción fue acercarme al escenario Sony para ver a otro de esos valores en alza del pop-rock nacional de la actualidad. Hablamos de los León Benavente, una banda que, sin tener nada que ver, podría emparentarse con la corriente de pop-rock iniciada por bandas como Vetusta Morla o incluso StandStill y continuada por Supersubmarina o Dinero, una práctica que todavía no conoce etiqueta más que la de pop-rock genérica, defendiendo y defendiéndose muy bien con su última obra de estudio y poniendo a bailar al respetable a unas horas y con un sol, muchos eran los que allí se concentraban, que les jugaban en contra pero que a ellos poco les importaba. Un notable alto para los Benavente y otra de las sorpresas agradables del festi.

Y nos pilló la lluvia, justo en el momento en el que regresaba al escenario Ray-Ban para disfrutar del concierto de los Drive-By Truckers, o en su defecto del de Joana Serrat, el cielo se nos pone en contra y no deja de castigarnos con la lluvia hasta una hora más tarde. Una pena, pero peor hubiera sido que la lluvia hubiera continuado porque entonces me habría perdido uno de los conciertos más gordos del festival. Yo llevaba bien estudiado el disco de las hermanitas Haim, un disco muy meloso y pop que me recuerda, mucho, a la época de las Bangles o las Wilson Philips, pues bien, la idea preconcevida de ver sobre el escenario a 3 niñas bien vestidas, recatadas y muy monas cantando a trío las preciosas canciones de su álbum debut se esfumó de un plumazo cuando esas tres niñas se presentaron sobre las tablas del Heineken como tres barriobajeras malcaradas con ganas de rock and roll, pelea y mucha, pero que mucha fiesta.  Con una banda al completo y surtidas de baterías electrónicas, teclados, guitarras y percusiones la hermanas Haim montaron un cristo de padre y muy señor mío metiéndose en el bolsillo al personal desde el minuto cero con su descarada propuesta que bebía mucho más de rock macarra de AC/DC que del pop alegre y recatado de su debut. Toda una lección de actitud que me hizo amarlas aún más de lo que ya lo hacía, o diferente. En mi top 5 sin duda alguna.


Luego me pasé a ver a los escoceses The Twilight Sad en el escenario Vice, el más pequeño. Tan sólo enganché media hora, pero pude comprobar que el combinado de piedra que practican los Twilight Sad en directo no se aleja demasiado de lo enseñado por bandas como Joy Division o Bauhaus, su vocalista tiene ese halo misterioso y siniestro que tiene Murphy y que también poseía Curtis. Muy buen sonido, una gloriosa selección de temas y una actitud tan sólida sobre las tablas que tan sólo con su presencia ya llenaban el escenario. Una pena no haber podido ver el set al completo, pero lo que vi, enormes.

 

Nada más acabar el concierto de los Twilight, en el escenario contiguo, el Pitchfork, estaba tocando la inglesa Tahliah Barnet con su banda FKA Twigs. Sin haberla escuchado nunca y a través de una recomendación que me hicieron in situ decidí acercarme a verlos y, la verdad, presencié el concierto del Primavera Sound con los mayores graves del recinto. La herencia del mejor trip-hop y el  drum n' bass mezclada con la adorable habilidad que tiene la inglesa para las dulzuras del R&B configuraron una de las más inesperadas sorpresas del Festival, como ya digo, a graves no les ganó nadie.


Lo de Slint fue sacrilegio y sí, me arrepiento. Con el concierto de los Deafheaven, una de mis bandas de metal favoritas del momento, a poco de empezar en el Pitchfork mi opción era ver 40 minutos de Slint para bajarme luego a ver a los Deafheaven. A punto estube de no hacerlo ya que el poso hipnótico y pétreo que tienen los Slint se desbordó de manera brutal en una clase magistral de seriedad, tablas y calidad como pocas se dieron cita en el Festival de este año. Creo que, junto a alguno que otro más, el concierto con el mejor sonido del festi. Espero que no haya sido mi única oportunidad de verlos, que es lo más probable, ya que me quedé con las ganas de ver el set completo, debería haberle hecho caso al corazón como bien me dijo Dani.


Y llegaba uno de los momentos más esperados, o esa era la teoría. Con una espera que empezaba a poner al respetable más crispado de lo habitual y un Kerry McCoy haciendo infinitas pruebas con su guitarra que sacaban de quicio a la gente sonido esperando a que alguien les diera el pistoletazo de salida, finalmente llegó el momento. Buen sonido, buena puesta en escena, simple pero bien, y la desgarrada voz de George Clarke resonando por todo el recinto del Pitchfork. El concierto no pasó de correcto, aunque ya digo que sonaron atronadores, pero la poca gracia que tenían y la chulería extrema de su cantante, un tanto prepotentes la verdad, deslució un set impecable y un sonido realmente perfecto, además de llevar algunos sonidos pregrabados y no tener un teclado en condiciones para las partes que lo exigían. Me gustaron más la primera vez que los vi con el Roads To Judah, mucho más modestos.
 
Continuamos con la noche más metálica del festival con la actuación, en el contiguo Vice, de los noruegos Kvelertak, una de las mayores sensaciones del metal underground de los últimos años. Con tan sólo dos discos a sus espaldas han conquistado los corazones de los metaleros más gamberros y borrachuzos con su explosiva mezcla de punk, rock, hardcore, metal y stoner malcarado. Una auténtica fiesta con el jolgorio más desatado y festivalero. El grupo perfecto para esas horas en las que uno se siente un poco cansado y destrozado. Un directo impresionante, con un sonido impresionante y una selección de temas aún más impresionante nos dejaron con las cervicales rotas gracias a un concierto que se quedará grabado en mi retina como el más incendiario y fiestero del festival. Deseando volver a verlos de nuevo, pero esta vez que sea en un club.
 
 
Y llegaba el momento de despedirse del Festival por el Viernes, y que mejor manera de hacerlo que con el proyecto de Justin Broadick llamado Jesu, al que no controlo para nada pero que me hacía una especial ilusión experimentarlos en directo. Con una configuaración muy parecida a la de Godflesh, el propio Justin y su acompañante a las cuerdas, además de su querida caja de ritmos y sus proyecciones industriales de fondo, eran su simple puesta en escena. Muy parecido en formato al de Godflesh, pero bastante alejado de las contundencias de este, para introducirse, de manera única y personal, en las progresiones del drone, el post-rock y el shoegaze e hipnotizarnos a todos y dejarnos con la boca abierta durante el show completo, una experiencia tan única e imcomparable como lo de Godflesh, sino más.
 
Las últimas 4 fotos las he robado de directos que he encontrado por la red ya que no dispongo de fotos de esas horas, lo siento.
 
Mañana más...

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