El testamento final de Meghan O'Neil a la cabeza de los californianos Punch se llama They Don't Have To Believe. Poco después de sacar su tercer largo, por llamarlo de alguna manera ya que sus discos son cortísimos, la breve carrera de uno de los combos de powerviolence más referenciales de la escena, sus proclamas feministas y su actitud straight edge volvieron a calar hondo en la juventud americana y su estilo extremadamente crudo, violento y capitaneados por una fémina los hacía del todo atractivos, se ponía en duda cuando Meghan O'Neil anunciaba su despedida de la banda dejándola huérfana de una de las mejores vocalistas que ha dado el estilo desde su nacimiento.
Eso sí, no se les puede pedir más, They Don't Have To Believe son 19 minutazos de puro hardcore rabioso, violento y desatado en su máxima expresión. Toda su discografía es altamente recomendable, pero su última referencia concentra a la perfección la experiencia en directo y en estudio confeccionando un disco que obliga a la repetedas y consecutivas escuchas siendo uno de los métodos para quemar adrenalina, furia y mala hostia mejor conseguidos de la historia de la música y más allá de ella.
En un momento en el que el hardcore vuelve a formar parte de mi vida cotidiana, We Ride, Boysetsfire, Comeback Kid, For The Glory, Only Living Witness y demás delicatessen me acompañan asíduamente, este They Don't Have To Believe me ha sentado a las mil maravillas. Apuntando alto en el recuento final del año esperemos que Punch no pleguen después de este duro golpe (punch) y se recuperen con un@ vocalista a la altura de Meghan. Tarea harto complicada ya que Meghan ganaba aún más en directo, lo digo con conocimiento de causa. Vuelve Meghan.
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