Desplat ya había trabajdo anteriormente con Anderson (Fantastic Mr. Fox, Moonrise Kingdom) con unos resultados del todo excepcionales. Desplat sabe conjugar a la perfección el estilo de Anderson con su valía como compositor resultando en un matrimonio de lo más compenetrado y confiable, pero lo que han conseguido ambos con The Grand Budapest Hotel, es algo así como la fusión perfecta entre imágnes y música. Cuando Desplat y Anderson se juntan, la química hace el resto.
Construída a partir de las mismas bases en las que se desarrolla la película, en la banda sonora podemos notar las claras influencias del espíritu victoriano y barroco de la música clásica, plagada de instrumentos de cuerda y de viento, de la misma manera que podemos disfrutar de las variopintas excentricidades de la música de Europa del Este con un marcado acento en el folklore ruso. Una calidad excepcional en las breves composicones y una variedad estilística que se encuendra dentro del marco paisajístico de la propia película, escuchar la banda sonora de Desplat es la manera más cercana de revivir la última obra maestra de Anderson sin necesidad de tener que volver a visionarla.
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