El rap del país vecino es lo mismo que aquí la rumba catalana y el pop patrio más comercialucho y radiable. Si aquí le damos cabida en las rádios a Estopa, Melendi, Amaral y demás obligados invasores de nuestros oídos, allí no paran de poner por las estaciones los pepinos de rap más sonados del año convirtiendo en estrellas a los mc's en un abrir y cerrar de ojos. Tiene una repercusión tal, que los números 1 de las listas de venta del país están siempre copados por artistas relacionados con la escena rap.
El caso de Rim-K es otro, por supuesto, lo suyo viene de lejos, cuando el rap no tenía la repercusión meidática que tiene ahora, del tiempo en el que había que pelear por hacerse un sitio y entregar obras de calidad superior y original para dejarse oír. Su incursión en la escena vino de mano del colectivo Mafia K1'Fry allá por mediados de los 90. Luego, formando trío con AP y Mokobe, formó los irrepetibles 113, de los que espero sigan en activo, pero hay que admitir que sus mayores momentos de inspiración los ha vivido en su aventura en solitario.
Cuarto largo de Rim-K en el que de nuevo vuelve a mostrar una calidad indisticuble. Lo suyo es abrir el rap a todas las influencias para entregar discos tan sólidos y disfrutables como pocos. Quizás estemos ante el disco más serio y menos hardcore del mc de Vitry, aqui volvemos a encontarnos, aunque menos, con esos pepinos bailables construídos con música disco de base y algún que otro guiño al folk árabe proveniente de sus raíces que tan bien redondea el mc, pero la mayoría son temas más lentos, personales y delicados. Maduración.
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