Décimo disco de Morrissey y enésimo acierto del inglés más famoso y querido de Lancashire. Figura indispensable durante los 80 con sus ya míticos The Smiths y parte sumamente importante en el desarrollo del indie inglés durante sus años en solitario en la década de los 90, la leyenda de Morrissey, pocos pueden decir que son legendarios sin haber muerto y él puede, sigue creciendo en nuestros días.
Sin necesidad de cambiar el curso de las cosas, como bien hizo en la década de los 80 y en la sucesiva, su pop atemporal y personal sigue calando tanto en los viejos fans como en las nuevas generaciones. Algo que puede considerarse fácil a estas alturas, pero que para nada lo es y menos siendo una figura tan esquiva, extraña y hermitaña como es Morrissey, eso sí, es innegable la magia que sigue consiguiendo con sus interpretaciones y sus letras, no ha perdido el mojo.
Cinco años después de su última puesta de largo, está claro que prisa por sacar discos no tiene, pero también está claro que este hombre podría vivir de las rentas y no lo hace, su nuevo disco es, como todos sus discos, un disco con personalidad propia, algo menos accesible que su anterior álbum y también algo más oscuro, o cuanto menos, melancólico, pero igual de disfrutable y muy por encima de la media normal que podemos encontrar en cualquier otro disco pop. Su rabia interior sigue expresándose sin pudor de la misma manera que lo hace su rebuscado humor inglés, y eso es siempre motivo de celebración.
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