Puede que más de uno tuerza la cabeza al ver un disco con más de 50 años de antiguedad por estos lares tan acutales pero aún a sabiendas de que soy un neófito total en el basto mundo del jazz clásico, excepto en un par de excepciones contadas, he de confesar que la atractiva personalidad de buscavidas que siempre profesó Chet Baker (click en el link para ir al documental sobre su vida) desde sus sonados inicios junto al famoso cuarteto con el que se dió a conocer hasta su fatídico final a mediados de los ochenta en un hotel de Amsterdam muy afectado ya por su odiosa adicción al caballo.
Uno de los discos de jazz más meláncolicos y a la vez bonitos que se han hecho en toda la historia es sin duda alguna este inmortal My Funny Valentine dónde Chet le canta a su preciosa esposa Helima unas canciones que se han mantenido imborrables hasta nuestros días convirtiéndose con el paso del tiempo, dentro del eterno legado musical que nos dejó este carismático y controvertido genio musical, en la colección de canciones más preciada y reconocible grabada bajo su nombre.
Alternando las composiciones vocales con las instrumentales es inneglable admitir que Chet tenía un don especial tanto con la trompreta como con su seductor y casi susurrante timbre de voz que rompía con ese tópico de cantante ultra melodioso de tonalidades variables con su registro mucho más lineal e hipnótico capaz de cautivar a millones de mujeres en la época. Una joya incalculable de la historia musical.
Dedicado a Rob Baker!!!
Ole! se agradecen estas pequeñas dosis para desconectar. Felices vacaciones!
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