Y si ayer hablábamos de una de las figuras más importantes de la actualidad electrónica, como es el señor Sascha Ring, hoy vamos a hacer los propio con la entidad australiana llamada Portal, sin lugar a dudas una de los mayores ejercicios de brutalidad, maldad, locura y oscuridad que han pisado la, para ellos muy pequeña, etiqueta de metal extremo. Y no es por comodidad lo de asignarles una etiqueta tan genérica no, sino más bien por la incomodidad de ponerles cualquier otra más concreta que, de seguro, no les hace ninguna justicia ya que lo suyo es eso, Portal, no hay más.
Con una longevidad que nos lleva hasta mediados de la década de los 90, donde encontramos los orígenes de esta banda australiana, si es que así se le puede llamar a la unión de estas misteriosas figuras, he de admitir que es la primera vez en su historia que consiguen mantenerme a la escucha completa de una de sus obras y, sorprendentemente, disfrutarla tanto que hasta he repetido.
Donde antes solamente podía encontrarme en un universo en el que no entendía nada y nada me parecía lo suficientemente interesante como para prestarle atención, ahora me encuentro en un lugar en el que, también sin entender demasaido, me gusta las sensaciones que me produce, odio, malestar, locura, encauzados en un torrente musical mucho más audible que antes y si me apuras, incluso más accesible, adjetivo a años luz de lo que Portal vienen haciendo desde sus inicios. Muchas escuchas le he de dar a esto, pero tengo la firme convicción de que este Vexovoid será uno de los gordos a final de año.
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