Cuarto álbum de la banda de Zach Condon, de curioso título No No No, algo que he pensado yo en varios momentos del disco, funciona a medias. Para los que nunca hayan tenido el privilegio de ver en directo o escuchar alguno de los discos anteriores de Beirut, este No No No está plagado de hits amables de pop accesible con los que disfrutar plácidamente de la no más de media hora que dura el nuevo largo de la banda. Pero para los que ya habíamos probado las mieles extremas de Beirut, con su insuperable debut del 2006 llamado Gulag Orkestar o el siguiente The Flying Cup Club tan sólo un año después del debut, sin olvidarnos del más tardío y menor The Rip Tide del 2001, es imposible no tener la sensación de que aquí falta algo, tanto físico como emocional, y eso duele un poco.
La primera pregunta que se repite en mi cabeza nada más comenzar la primera canción del álbum, Gibraltar, es dónde narices han ido a parar la trompeta, el ukelele, el acordeón y la gloriosa sección de vientos de la que han hecho gala siempre los Beirut. Mi gozo en un pozo en ese sentido, pero en un pozo bien profundo. Sustituyendo todo eso por un coro de pianos y bongos que funcionan como un remanso de paz, quizás con demasiada paz, he de admitir que tanto su corta duración como el cambio de rumbo instrumental que ha sufrido la banda, no le ha hecho ningún favor, sino todo lo contrario.
No es un mal disco, no me entendáis mal, como ya he dicho para muchos que vengan de nuevos, algo no demasiado difícil ya que la irregularidad por sacar trabajos en los últimos años los ha desplazado considerablemente de la trayectoria estelar que llevaban en sus principios, pero está absolutamente falto de personalidad llegando casi a la normalidad dentro de un pop con mucha clase y refinado. Me quedo con los Beirut de influenciados por la música y folklore de la Europa del Este. Primer gran patinazo de Beirut.
La primera pregunta que se repite en mi cabeza nada más comenzar la primera canción del álbum, Gibraltar, es dónde narices han ido a parar la trompeta, el ukelele, el acordeón y la gloriosa sección de vientos de la que han hecho gala siempre los Beirut. Mi gozo en un pozo en ese sentido, pero en un pozo bien profundo. Sustituyendo todo eso por un coro de pianos y bongos que funcionan como un remanso de paz, quizás con demasiada paz, he de admitir que tanto su corta duración como el cambio de rumbo instrumental que ha sufrido la banda, no le ha hecho ningún favor, sino todo lo contrario.
No es un mal disco, no me entendáis mal, como ya he dicho para muchos que vengan de nuevos, algo no demasiado difícil ya que la irregularidad por sacar trabajos en los últimos años los ha desplazado considerablemente de la trayectoria estelar que llevaban en sus principios, pero está absolutamente falto de personalidad llegando casi a la normalidad dentro de un pop con mucha clase y refinado. Me quedo con los Beirut de influenciados por la música y folklore de la Europa del Este. Primer gran patinazo de Beirut.
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