¿Si no es ahora, cuándo? es el acertado título escogido para el séptimo álbum de estudio de mis intocables Incubus, un título que le va como anillo al dedo después de hacernos esperar nada menos que 5 años desde su anterior Light Granades, un disco que marcó la época más dulce y de carácter más pop de la banda de California y con el que consiguieron otro exitazo rotundo. El cariño especial que tengo por los chicos de Incubus hace que mi objetividad se vea tergiversada por ese amor incondicional que profeso por ellos, algo lógico si contamos que he crecido emocionalmente y madurado como persona escuchando sus discos, los he visto cada una de las veces que nos han regalado una de esas noches tan especiales que solamente ellos saben ejecutar en directo y me han acompañado a lo largo de 15 años de mi vida estando siempre presentes. He perdido la cuenta pero por lo menos los habré visto como 6 o 7 veces y siempre ha sido una experiencia única e inolvidable.
Como con cada nueva obra de orfebrería magistral que nos entrega el combo un nuevo mundo de sonidos se abre ante nuestros oídos nada más escuchar el delicado y hermoso tema con el que abren el disco, una delicatessen en forma de canción que marca el principio de una nueva era para la banda. Despojados de cualquier etiqueta han apostado de lleno por su faceta más introspectiva e intimista regalándonos una colección de canciones tan refinada y atractiva que ni tan siquiera yo podría llegar a imaginar.
Tengo la impresión que al dejar aparcado su proyecto en solitario Brandon ha decidido poner todas sus ideas al servicio del nuevo disco de los Incubus para facturar su disco más calmado y reflexivo hasta la fecha, algo que le ha resultado a las mil maravillas escuchado el impecable resultado de su exquisita aportación vocal. Adoptando por momentos un registro claramente soul y poniendo alma y entrañas en cada melodía que sale de su preciada garganta lo mío con este hombre es pura devoción. Cada canción es un nuevo viaje sonoro en el que la banda vuelve a demostrar esa química inigualable que desprenden cuando se ponen a tocar pero el siempre destacable trabajo a la guitarra de Mike vuelve a dejarnos boquiabiertos con su innata creatividad y su sutileza estilística elevando las canciones a niveles estratosféricos. Lo dejo aquí no por falta de ganas... me voy a poner el babero de mi hija que estoy empezando a manchar el teclado.