Alejándome cada vez más y con mayor convencimiento de los sonidos más extremos y destructivos finalmente me he rendido a la evidencia de que este año voy a explotar al máximo mi faceta musical más positiva y alegre, algo que llevo haciendo inconscientemente desde principios de año. Con esto no quiero decir que todo lo que vaya a caer por aquí a partir de ahora sea pop de sonrisa fácil sino que el nivel de buen rollo va a subir exponencialmente dejando de lado mi faceta más extrema para deleite de algunos seguidores que siguen pidiendo más luces en esta variada y concurrida esquina de la red llamada Píldoras Musicales.
Y una vez hechas las aclaraciones pertinentes vamos al lío. Tengo que admitir que el bueno de Sam Beam nunca había conseguido captar mi atención tanto como con este Kiss Each Other Clean su cuarto largo de estudio. Disco que en un principio pasé por alto pensando que me iba a encontrar con otra portentosa obra de folk lo-fi de cantautor melancólico y guitarrita acústica en ristre y me he dado una contundente alegría al encontrármelo hace poco en el Spotify (Oh gran Dios Spoty!!!) y comprobar que el considerable cambio de rumbo al que ha sometido Sam a sus Iron & Wine le ha sentado de maravilla y me ha convencido mucho más que en sus anteriores entregas.
Desde el primer minuto de este Kiss Each Other Clean los aires de cambio son evidentes, Sam ha pasado de un enfoque intimista y austero a abrirse exponencialmente a terrenos claramente pop sin despreciar la inclusión de sintetizadores, flautas, saxos, vocoders y demás ingredientes a la mezcla consiguiendo un vital ejercicio multicolor en el que una divertida y sugerente paleta de sonidos conforma preciosos collages con los que construir hermosas canciones inspiradas descaradamente en el pop meloso de la década de los 70. Una verdadera joya a tener en cuenta en el recuento final del año, adictivo y audible como pocos, una maravilla sonora.
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