A petición del amigo Miguel, y por qué tarde o temprano tenían que caer por obligación, seguimos retozando en el fantabuloso cartel del Primavera Sound, y después de uno de los platos más crudos y brutos de los muchos que nos ofrece este año el festival, y al que ayer le hicimos su merecida justicia con el comentario del imprescindible Harmony Corruption, hoy le toca el turno a una banda que podría ser totalmente la antítesis de lo qué representan los Napalm Death, algo que habla mucho y muy bien de la exquisita pluralidad por la qué ha optado este año el festival.
Provenientes del productivo Londres y formados a finales de la década pasada este entrañable cuarteto de jovencitos con pinta retro, formado por Roxanne Clifford a la guitarra y a las vocales principales, James Hoare a la segunda guitarra y a las vocales, Patrick Doyle a la batería y también a las vocales y Marion Herbain al bajo, se presentaron en sociedad en 2010 con un par de singles a los que muchos les pillamos el gusto haciendo la espera de su ansiado debut eterna hasta que finalmente en Septiembre del pasado año nos obsequiaron con su homónimo primer disco.
Mucho se hizo esperar pero hay que admitir que la espera valió la pena. El debut de los Veronica Falls es un diamante en bruto, dando por sentado que lo suyo no ha sido inventar la sopa de ajo y qué su estilo bebe claramente de influencias de finales los 80 y de principios de los 90 hay que admitir qué lo hacen tan bien que poco importa si lo suyo es original o un claro homanaje al sonido y a las bandas de entonces. Con una portada qué nos indica claramente el carácter oscuro por el que se mueven las composiciones del cuarteto, sus fantasmagóricos coros y sus voces espectrales mezclados con ese sonido lo-fi casi destartalado nos sume en un viaje evocador y misterioso en el qué canciones como la inicial Found Love In A Graveyard, o las consecutivas Misery y Bad Feeling hablan por si solas.
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