Ayer fue otro día de mierda para la saca. No soy una persona negativa para nada, los que bien me conocen podrían decir que peco de positivista y todo, pero hay días, como ayer, que todo el peso de la frustación y la impotencia caen sobre mi, la culpable, como siempre en estos casos, la familía. ¿Solución?, la de siempre, relajaciones variadas para calmar el malestar y la mente y sobretodo, buena música.
Puede que a la mayoría de los mortales no les solucione un día de mierda una banda o un disco en concreto, pero a mi si y mucho. La música me pone siempre en otro plano sensorial, un plano que me evade de los problemas diarios y me coloca en una posición provilegiada, de disfrute, de alegría y de positivismo extremo. Pero para eso hay que encontrar la banda justa, el disco que me haga click y me cambie el chip. Y ayer no fue gracias mi, pero lo he encontré en el insuperable debut de los Violent Femmes de 1983.
Por supuesto que es un disco que no pude disfrutar cuando salió, yo tenía 5 años, pero todavía me acuerdo cuando me lo compré a principìos de los 90, en cinta de cassette junto al Siamese Dream de los Smashing Pumpkins, y convertirse al momento en uno de mis discos de cabecera durante años. Hubo un momento en el que este disco me parecía el más grande de todos lo que había escuchado en mi vida.
Pop con aires crudos y serios, punk de ramalazos edulcorados y desenfadados, power-pop personal e inimitable, todo aquí me parecía la mayor maravilla musical con la que me había topado. A día de hoy sigue siendo uno de mis discos favoritos de todos los tiempos, aunque hace años que pasó a un segundo plano, y además sigue siendo también la medicina perfecta para mis puntuales momentos de bajón extremo. Gracias Toño, gracias Violent Femmes y, como no, gracias Gordon Gano.