El último día de Festival para mi es el Sábado, la cosa continua durante el Domingo, algo más calmado, pero mi Festival acaba antes. Tengo que admitir que, una vez cumplidos todos los objetivos previstos para el festi, y más, mi satisfacción y mi familia pueden con ese Domingo de descanso. Pero antes de eso, esto fue lo que pasó.
La primera parada, esta vez con María y de nuevo con mi hermana Aina, la hicimos a primera hora de la tarde en el Heineken para ver a uno de los dúos de guapos más de moda entre los indies. Adam Green y Binki Shapiro, acompañados por una impecable y muy profesional banda detrás, rubricaron una actuación de lo más simpática y entrañable en la que Adam se convertía por momentos en el absoluto protagonista del show con sus incesantes saltitos y danzas inventadas, además de meterse al público en el bolsillo a fuerza de pronunciar todas las palabaras en español que llevaba aprendidas, que eran bastantes, todo hay que decirlo. Perfecto concierto folky-popy para empezar el día y cargar pilas a tope, no podría haberlo soñado mejor.
Una vez finalizado el concierto nos dirigimos a las taquillas del festival en las que, después de la cancelación de Rodríguez, podías conseguir entradas a 5 euros para su próximo concierto en la ciudad Condal en Julio. En la saca. De vuelta, esta vez al Ray-Ban, me coloqué de nuevo en primera fila para presenciar la actuación de uno de los grupos más emocionantes y emocionales que puedas ver jamás sobre un escenario. Estoy hablando de Dead Can Dance. Sin dudarlo, el mejor concierto del Festival, de eso no hay duda, disfruté más con otros que esperaba de hace mucho tiempo, Neurosis por ejemplo, pero la actuación de los de Lisa Gerard fue simplemente insuperable en todos los aspectos, no es que jueguen en otra liga, es que son de otro planeta. La emoción es tal al verlos en directo, que a más de uno le corrían las lágrimas por la mejillas.
Con la última canción de Dead Can Dance empezando a sonar en el Ray-Ban, me pudo la nostalgia y me fui corriendo al escenario principal del Primavera para ver mi concierto más esperado, el del colectivo de rap americano Wu-Tang Clan. Tenía mis dudas y mis miedos, tengo que admitirlo, pero una vez el Clan pisó el escenario y Dj. Mathematics se puso a los platos (menuda exhibición se cascó este hombre haciendo turntablism hasta con los pies) todas mis dudas se despejaron a golpe de hitazo tras hitazo. Puede que no estén en su mejor momento, los 90 tampoco volverán ya, pero poder verlos sobre las tablas, aún sin O.D.B. al que se hizo un justo homenaje cantando algunas de sus partes más emblemáticas, fue un sueño hecho realidad, y escuchar temas como Wu Forever, Shame On A Nigga, Da Mystery Of Chessboxin' o Wu-Tang Clan Ain't Nuthing ta F' Wit, algo más de allá de lo increíble para mi. El bolo en el que me lo pasé mejor, seguro.
Corriendo de nuevo para el Heineken para ver otra actuación estelar de la noche, la de Nick Cave y sus Bad Seeds. Con un nuevo disco bajo el brazo, que defendió de manera magistral, el auténtico animal desbocado que es Cave en directo quedó plasmado notablemente durante la casi hora y media de show que ofreció. Warren Ellis lo acompañaba en la locura tocando su violín y su guitarra como un poseso ofreciendo un show antológico que se recordará durante mucho tiempo. Uno de los mayores aciertos del festival y, para mi, la leyenda que mejor conserva su mojo en directo, incombustible y brutal lo de este hombre, mejora con los años.
Volando a la otra punta del Festival de nuevo hasta el Vice, el escenario más pequeño del festival sin contar el Ray-Ban Unplugged y el Smint, la intención era enganchar el comienzo de la actuación de The Babies, una banda de NY que es un proyecto paralelo de la Vivian Girl Cassey Ramone. Lo suyo es el indie-rock y power-pop chicloso de lo más resultón. Un concierto breve pero intenso que me ayudó a recuperar algo de fuelle y que resultó en uno de los actos más reconstituyentes y simpáticos del festi. Cassey Ramone es preciosa, y en directo más.
De nuevo a reunirme con las niñas para ver el concierto de Los Planetas interpretando íntegramente Una Semana En El Motor de un Autobús. Pues bien, bueno, más bien mal, mismas sensaciones que con The Breeders, no se oía nada. Ya sé que el probema es de J., no sabe cantar, pero esperaba que para una ocasión tan especial consiguiera sacar lo mejor de él y darlo todo, ni con esas, uno de los conciertos más flojos del festi con diferencia y otra decepción más, aunque ésta ya la sabía de antemano.
De nuevo al Ray-Ban todos juntos para ver el principio, más que suficiente, del concierto de Crystal Castles. Una cosa si que les concedo, saben como montar un fiestón de escándalo, de eso no hay duda. El Ray-Ban a petar de gente, su vocalista femenina pegando grititos extraños y una base electrónica, su batería supongo que aportaba algo al ritmo también, a todo volumen hacían el resto, locura total en el Ray-Ban. Huyo despavorido para ver otro de los mis highlights de la noche, muy tarde, pero aguanté por ellos. My Bloody Valentine triunfaron por todo lo alto, abosolutamente inmensos y, de sobras, la banda con más volumen del festi. Sus ensoñadoras distorsiones te elevaban a lo más alto, a la vez que sus insuperables melodías te mecían a placer en ese mágico y cósmico momento de conjunción planetaria. Una experiencia úncia solamente superada ese día por los imbatibles Dead Can Dance.
Se acabó el festival y lo que me llevo son un montón más de conciertos a la saca y, sobretodo, un montón de gente guapa y buena que he conocido, gracias a todos por un festi, quizás menos especial en música para mi gusto, pero mucho más especial en el factor humano. Hasta el próximo año Primavera...