Esta semana no toca subir discos, no toca haceros las obligadas recomendaciones diarias, esta semana toca Primavera Sound, y esta pasada noche del Miércoles hemos iniciado el recorrido del Primavera reunidos en la sala Apolo, la grande, para disfrutar de nuevo, del que, para muchos, fue uno de los conciertos más importantes y deseados del anterior Primavera Sound.
Empezar el Primavera 2013, con el mismo grupo como cabeza de cartel que finalizó, en mi caso, el pasado Primavera 2012 es, cuanto menos, una curiosidad no demasiado ideal para algunos. Me explico, una banda como Godflesh, que está bastante difícil de ver por nuestras fronteras, viene dos veces en un año solamente para ser disfrutado en el marco del Primavera Sound, es decir, para los abonados nada más. En pocas palabras, una putada muy grande para los fans de la banda industrial por excelencia ya que los abonos pasan de los 100 euros y encima en Madrid la gira es normal y corriente, no lo veo justo.
Llegar a la sala y encontrártela prácticamente vacía no es plato de buen gusto, menos aún para la banda destinada a abrir la noche, que en este caso eran los blackers catalanes Foscor. Con una media de 30 personas en la sala y las 20.00 recién tocadas en nuestros relojes Foscor empieza a invadir las sala con su saturación melódica y sus gritos de desesperación para conformar uno de los mejores conciertos del combo catalán que he presenciado en sus ya 10 años de historia. Cumpleaños que además celebraban con la edición de un dvd en directo y K7 con los temas del mismo. Subirse a las tablas del escenario del Apolo y poder disfrutar de la banda como se merece, en cuanto a sonido se refiere, ha puesto sobre la mesa lo que ya era evidente, no hay banda de black en el estado español capaz de superar a Foscor. 30 minutos de puro éxtasis blacker.
El plato sorpresa de la noche venía servido por el cuarteto japonés Bo Ningen. Un combo de rock experimental altamente espasmódico que, si bien en disco dejaba bastante que desear para mi gusto, en directo se convierten en una autética apisonadora capaz de demoler hasta la última fibra ósea de tu cuerpo gracias a una actitud y una visceralidad sonora sobre las tablas a prueba de bombas. Ataviados con unas ropas más bien femeninas, uno de sus guitarras y su cantante llevaban un vestido rojo largo y uno negro respectivamente, nos hacían dudar de si estábamos ante una banda de féminas o de hombres amanerados, duda que conseguían desvanecer de un plumazo de mi mente una vez ponían su asinconapada maquinaria sonora en marcha con la que dejaban al público con la boca abierta y con ganas de más. El final catárquico de más de 10 minutos ha sido el perfecto colofón a un directo de infarto.
Y llegaba el momento de la verdad, el momento de ver a Justin y al señor Green de nuevo sobre las tablas. Como ya hicieron en el Primavera pasado, el montaje de los bártulos necesarios para la actuación del dúo ha corrido de nuevo a cargo de ellos mismos, algo que no deja de sorprenderme cuando hablamos de una banda con la solera de Godflesh. Puestos ya en materia, el sonido ha necesitado de un par de temas para hacerse a la sala, controlar la brutalidad sonora que emana de los riffs de Justin, la potencia atronadora del bajo de Green y la contundencia digital de la amiguita sintética de Justin no es tarea fácil, pero al poco ya estaba conseguido. Lo único que ha pecado ha sido la voz de Justin, a la que, o él mismo no estaba en su mejor momento, o no han sabido encontrarle el nivel correcto en la sala, una pena. El resto de 10, estaba claro, aún con muchos problemas de Justin afinando su guitarra, se le ha resistido varias veces y ha tenido que hacer varias pruebas entre algún tema, e incluso con un corte en el meñique del que Justin ha hecho caso omiso, mientras tocaba iba manchando la guitarra de sangre, el sonido del dúo ha conseguido, por momentos, conmoverme. No mejor que lo del año pasado, pero aún así, muy por encima de la media normal.
A ver que nos depara mañana...
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