Y si lo de Carcass o lo de Gorguts eran esperadísimos por su regreso siendo antiguos y firmes pilares de estilos que ellos mismos ayudaron a dar forma, hoy toca alabar al maligno por el también esperadísimo regreso de los suecos Watain, principalmente por ser uno de los pilares actuales más fuertes y visibles del black metal. Por eso, y porque sus discos son siempre auténticos, con un poso de maldad verdero, en el que solamente ellos son capaces de entrar.
El álbum empieza bien, como un disco de Watain tiene que empezar, de eso no hay duda, instrumental de presentación, Night Vision, con las debidas sonororidades siniestas hasta que un estallido infernal nos inicia al segundo tema, De Profundis, de composición claramente black y con el sello inconfundible del combo sueco. Hasta aquí todo perfecto, si nos llegamos a hacer con esa peculiar producción provista de un claridad espectral nitida y grandilocuente, pero la cosa empieza a adquirir ciertas particularidades a medida que vamos avanzando.
Su tercer tema, Black Flames March, continua la línea del anterior, un aténtico homenaje a la grandiosa época de Emperor y su black simfónico, tocado por unos Watain en estado de gracia. El cuarto, un potente medio tiempo titulado All That May Bleed, está claramente encarado al groove, con mucho black, por supuesto, pero ese groovero estribillo los delata. Vamos al quinto y nos encontramos con The Child Must Die, un tema más pausado, más cantado, menos black que de costumbre, pero sigue teniendo una calidad pasmosa, de eso no hay duda.
Y llegamos a uno de los puntos claves del disco, la canción de la discordia. They Rode On es un tema largo, pausado, casi gótico, que recueda a unos muy sedados Tiamat o incluso a una de las embrigadoras canciones de Nick Cave. No sube, no rompe, no explota, es una contenida joya de 8 minutos en la que Danielsson nos deslumbra con un enignático registro limpio, para sorpresa de los trues y alegría de los bastardos. Este tema traerá cola.
Sleepless Evil reincide en la vena más blacker del combo y la siguiente The Wild Hunt vuelve a sorprender con la lentitud, los coros y las voces limpias, bajo mi punto de vista otra de las maravillas del disco. Outlaw se va claramente hacia terrenos más thrashers y también algo atípicos para la banda. Ignem Venni Mittere es otra instrumental, esta vez algo más luminosa, que se debería de considerar de transición, aunque dura más de 4 minutos. Y finalizamos con Holocaust Dawn, de nuevo un asalto de black metal en toda regla. Va a ser difícil que le guste a todo el mundo, eso lo tengo claro, pero en mi lista ya está escalando posiciones.
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