Ya que ayer comentábamos el inminente concierto que llegará el Viernes a la ciudad Condal comandado por los Russian Circles, es de justo merecimiento ocupar un espacio de las Píldoras con la que va a ser la telonera de los de Chicago, la enimática Chelsea Wolfe. Un triunfo doble para cualquiera que se derrrita con el rock experimental que presentan ambas propuestas, imperdible diría yo. Más aún cuando en tan sólo 30 días tendremos en los escenarios de la ciudad a los God Is An Astronaut, que ya vinieron, a los Russian Circles, ahora, y en breve a los 65daysofstatic.
Pero a lo que íbamos, lo nuevo de Chelsea Wolfe es, sin lugar a dudas, su mejor disco hasta la fecha. Su cuarto álbum de estudio titulado Pain Is Beauty transita por nuevos terrenos electrónicos, dejando a un lado sus pasiones más dronadas, abriendo todo un nuevo abanico sonoro mucho más accesible y agradable para el oyente, de la misma manera que reduce y concreta sus canciones en una estructuración más de canción.
Con esto no quiero decir que Chelsea se haya amansado lo más mínimo. Ella sigue siendo una de las reinas del abismo más indiscutibles, sus oscurantimos y su halo de misterio siguen más que presentes en su música. Creo que es una de las veces que el título del álbum le hace más justicia al disco en su totalidad. Dolor, es algo que se siente a través de sus composiones, pero la belleza que transmite ese dolor, es igual de inevitable. Brutalmente doloroso, brutalmente honesto, brutalmente precioso.
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