Sin duda alguna, uno de los mejores conciertos que vi en el pasado Primavera Sound, fue el del intérprete de Lousiana Benjamin Booker, y ya no el que vimos en el escenario Heineken dentro de los tres días grandes del Festival, sino el que dio en la sala Barts dos días antes del comienzo del Festival dentro del marco del mismo pero enmarcado en los conciertos pre-Festival que se celebran por la ciudad funcionando de la misma manera como precalentamiento, que como comodín para ver algunos de los grupos que se solapan durante los tres días grandes del Festival.
Una noche que se convirtió en un lujo sin precedentes gracias a un Benjamin Booker pletórico, sembrado y entregado al máximo con su público, incitándolo a la fiesta y al descontrol, topando frontalmente con la seguridad de la sala y llevando al límite a la misma provocando que el público se enfrentase al orden estricto de la sala y no cediera al empeño de, simplemente, pasárselo bien en un concierto sin ocasionar daños a nada ni a nadie. Estamos hablando de un cantante de blues, no estamos hablando ni de punk, ni de metal, ni de hardcore, ni de nada que se le parezca, se hace extraño que sólo porque la gente baile un poco más alocada de lo normal, la seguridad de la sala se imponga con tanta contundencia como lo hizo, lo nunca visto.
Es cierto que la juventud del propio Booker y de la banda que lo acompañaba, de la misma manera que su blues garajero, epiléptico y nervioso, hicieron de catalizador para que el ambiente se caldeara al máximo, incluso se organizó un inocente pogo en las primeras filas, pero probablemente todo hubiera sido más fácil si Booker hubiera pedido calma en vez de seguir encendiendo a la gente contra la autoridad de la sala. Una experiencia que recordaba a como debería ser el blues en la época, peligroso, contestario, revolucionario, así es Booker, y así es su música.
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