He sido fan a muerte de Muse durante sus cinco primeros discos, he asistido a todas sus giras hasta la del The Ressistance, sin lugar a dudas uno de los mejores conciertos que he visto en mi vida junto con Biffy Clyro de teloneros, y los he visto crecer desde las salas más pequeñas a los estadios más descomunales. El 2009 fue un año en el que, bajo mi punto de vista, tanto su directo, como su ejecución, como su creatividad y su disco de ese año nos mostraba a una banda al máximo de sus habilidades, convirtiéndose por derecho propio en la banda de rock de estadios del momento. Pero a partir, mientras su popularidad iba en aumento, 2 giras teloneando a U2 tienen la culpa, su creatividad caía en picado hasta entregar en el 2012 el nada a la altura y muy olvidable The 2nd Law del 2012. Un disco que, aún teniendo canciones buenas, se daba de bruces en varios momentos perdiéndose en la experimentación estilística y olvidando su identidad.
Es indudable que superarse siempre es algo imposible. Toda banda llega a un zénit en el cual está en su mejor momento y de ahí va para abajo, un dato que en los Muse tampoco es que tuviera que ser excesivamente alarmente si hubieran mantenido el nivel, cosa que no ocurrió en el 2012 y que, por desgracia, tampoco ha ocurrido en este 2015 con su nuevo Drones. Ya no fui a su gira del The 2nd Law, estamos hablando del Estadi Olímpic de Barcelona, y, sinceramente, tampoco van a poder contar conmigo para esta. No es que me baje de los Muse, sus cinco primeros discos son auténticas biblias del rock progresivo y conceptual de la actualidad, algo así como unos Pink Floyd de nuestra era, y desde el primer Showbiz hasta el nombrado The Ressintance han sido, sin duda alguna, una de mis bandas de cabecera.
Su nuevo Drones no nos descubre a unos nuevos Muse, así como intentaron con el anterior The 2nd Law tirando de una batería de ritmos bastante innovadores para la banda, quienes, por el contrario, intentan volver la vista atrás, no siempre, para conseguir emular sus grandes gestas del pasado con el Origin Of Symmetry o el Absolution sin llegar en ningún momentos a las cotas de excelencia de aquellos, o volver a probar suerte con las extrañezas heredadas de su último largo, tampoco sin demasiado éxito. Ha llegado un momento en el que Muse ya no sorprende, no se reinventa, como nos tenían acustumbrados normalmente aunque fuera para mal en el The 2nd Law, no crecen dentro de su propio legado y, lo peor, no consiguen ni tan siquiera mejorar su peor disco hasta la fecha.
Tranquilos, no es un mal disco, Bellamy y compañía no sabrían hacer eso ni queriendo, el problema es que ellos mismos se han puesto un nivel demasiado difícil de superar y, aunque sigo teniendo confianza de que en un futuro vuelvan a sacar un disco bastante mejor que los dos últimos, han dejado bastante claro que sus años de mayor creatividad e imaginación han quedado atrás.
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