Como unas castañuelas de contento me he puesto cuando ha caído en mis manos el debut en solitario del inimitable Nick 13, líder indiscutible de los tristemente desaparecidos Tiger Army de los que os recomiendo sus cuatro imbatibles discos de estudio, quién tras una larga espera de 4 interminables años sin saber nada de él desde su última aventura musical a lomos de la Armada del Tigre finalmente ha conseguido reunir 10 auténticos diamantes en bruto y recogerlos bajo su nombre de guerra en este homónimo y delicioso discazo.
Conducido bajo el inconfundible y enérgico registro vocal de Nick y su inseparable acústica, adornado con sus pertinentes sonidos de escobillas, slidings y un ominipresente contrabajo, el disco ha sido producido entre Los Angeles y Nashville por Greg Leisz y James Intveld y ha sido mezclado nada menos que por el multipremiado Jim Scott (Wilco, Tom Petty, Dixie Chicks). Todos los discos de Tiger Army contenían por lo menos un tema que era descaradamente country y lo único que ha hecho Nick aquí ha sido coger ese espíritu y ese estilo y refinarlo y expandirlo al máximo para entregarnos su propia versión de la canción americana más añeja y destilada.
Afincado claramente en un sonido vintage de mediados del siglo pasado pero sin necesidad de sonar fechado gracias a esa frescura que siempre ha caracterizado las obras de éste peculiar artista sorprende escucharlo fuera de su habitual lírica de terror de inspiración misfitiana para adentarse en terrenos mucho más emotivos y familiares dónde lo pondemos escuchar cantar al amor y demás debilidades humanas. Yo no seré quién lo contradiga, pero de él se dice que tiene el timbre de voz de Chris Isaak y el tono de un joven Lyle Lovett mezclado con un poco de Ricky Nelson aquí y Elvis allá. Ahí es nada.
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