Parece que los hermanos Cavanagh han vuelto con todas las ganas, después de estar 7 años en absoluto silencio el pasado 2010 publicaron el que para mi es su obra cumbre, el insuperable We're Here Because We're Here, quizás por eso las expectativas para este nuevo largo estaban por las nubes y las ansias por escuchar este Weather Systems al completo eran ya incontrolables, habiendo tenido un adelanto tan convincente como la preciosa The Begining And The End la cosa pintaba muy pero que muy bien.
Pues bien, había llegado el momento de desvirgar el disco y mis nervios estaban a flor de piel, sabiendo que de nuevo el gran Steven Wilson (Porcupine Tree) estaba tras los mandos de la producción, y que habían grabado en casa con la comodidad y la libertad creativa que eso conlleva, el disco tenía todas las de ganar, pero, como suele ocurrir cuando las expectativas están tan altas, mucho tiene que convencer la cosa para no defraudar, y la verdad que no es caso.
No me entendáis mal, lo nuevo de los Anathema es un discazo como la copa de un pino, pero si lo tenemos que comparar con su hermano mayor, las distancias son considerables. Siguiendo una línea continuista desde su anterior redondo, aquí ya nada vamos a encontrar de esos tímidos retazos metálicos que todavía se vislumbraban en el We're Here Because We're Here, de la misma manera que poca es la sensación de melancolía y timidez que expresan sus composiciones, algo, por otra parte, bastante natural ya que era una de las progresiones lógicas que podían seguir.
Luminioso, preciosista, positivo, vitalista, orgánico, en una palabra, el disco más bonito que han hecho los Anathema hasta le fecha, tal es su acercamiento al positivismo que su rock sin etiquetas a acabado por lindar peligrosamente con el pop de aires grandilocuentes, llevando su personal fórmula hasta terrenos prácticamente irreconocibles. Discazo del copón, pero no lo suficiente como superar su anterior obra maestra.
Pues bien, había llegado el momento de desvirgar el disco y mis nervios estaban a flor de piel, sabiendo que de nuevo el gran Steven Wilson (Porcupine Tree) estaba tras los mandos de la producción, y que habían grabado en casa con la comodidad y la libertad creativa que eso conlleva, el disco tenía todas las de ganar, pero, como suele ocurrir cuando las expectativas están tan altas, mucho tiene que convencer la cosa para no defraudar, y la verdad que no es caso.
Luminioso, preciosista, positivo, vitalista, orgánico, en una palabra, el disco más bonito que han hecho los Anathema hasta le fecha, tal es su acercamiento al positivismo que su rock sin etiquetas a acabado por lindar peligrosamente con el pop de aires grandilocuentes, llevando su personal fórmula hasta terrenos prácticamente irreconocibles. Discazo del copón, pero no lo suficiente como superar su anterior obra maestra.
Algo característico, idealista y absolutamente conmovedor, todo disco de Anatema es diferente, es lo que hace ser especial a este grupo.
ResponderEliminarun disco realmente esquisto.