Hoy vengo con otro de mis discos más esperados del año, y éste concretamente más aún después de haber podido disfrutar de un jugoso adelanto de tres de los temas incluídos en éste Spellbound (como me gusta el título del disco) en su último concierto el pasado Febrero en Barcelona en el que realizó otra de esas actuaciones antológicas que tan bien rubrica el sueco en directo sea cuál sea la faceta de si mismo que reprensenta en cada presentación de disco. Ni la faceta más discotequera de este polifacético artista, personificada en aquel lejano Antenna, ni sus contínuos cambios de piel han podido apartarme jamás de él. Desde sus comienzos más crooner pasando por sus homenajes al sonido Bristol hasta sus escarceos con el jazz o la bossa-nova todo lo que toca Jay Jay Jahonson se convierte en oro y este, su octavo disco de estudio, no iba a ser menos.
Viviendo su momento de mayor estabilidad estilística (el disco sigue la línea simplista de sus últimas obras), física (posiblemente sea la vez que lo he visto más saludable de las 4 que lo he visto en directo) y mental (ahora parece que sus demonios personales están menos presentes en sus letras), nos encontramos ante otra de esas forzosamente intimistas y melancólicas obras de orfebrería que Jay Jay y su inseparable compañero de fatigas son capaces de construir.
Frágiles melodías de marcado carácter derrotista y una voz que inunda cada momento con una intensidad preciosa es a lo que nos tiene acostumbrados el delgado sueco de aspecto enfermizo y desaliñado pero esta vez ha conseguido, si cabe, una colección de canciones aún más íntimas y frágiles de lo habitual llegando a emocionar a cualquiera que este dispuesto a dejarse transportar por tan divinas composiciones. Haciendo un uso y abuso del piano dontando a los temas de una sensibilidad especial y jugando de nuevo con la calidez de su voz y el frío contraste minimalista de su parte musical Jay Jay Johanson acentúa de manera espectacualr la desnudez y la simpleza de sus hermosas composiciones haciéndole ganar protagonismo a su voz dulcemente adornada por esos preciosos detalles musicales que esconde el disco resultando en una obra mucho más orgánica y luminosa que de costumbre.
Jay Jay demuestra una vez más que en su dominio de los claroscuros reside gran parte del atractivo de su música y que por mucho que pasen los años su capacidad para emocionar sigue ganando enteros gracias a la experiencia que acumula como artista y a la estabilidad mental de la que parece disfrutar desde hace unos años. Otro jodido 11 a la saca señores.
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