domingo, 3 de junio de 2012

PRIMAVERA SOUND 2012. El Viernes que el Metal ganó la partida.



El Viernes era un día en el que, con la traca metalera que me esperaba, decidí llegar al recinto del Festival sobre las 19.00 para empezar a hacer boca con los españoles Orthodox. Ataviados con unas túnicas que daban miedo, con cuerda incluida alrededor del cuello, consiguieron demoler al personal con su destructiva mezcla de sludge pantanoso y doom sureño con la que, por momentos, pensábamos que estábamos ante la perfecta banda sonora para el fin del mundo. Como todo en el Primavera, o casi todo, sonaron como nunca antes y como jamás lo volverán a hacer, perfectos.


Después de la sobredosis de vatios a la que nos sometieron los Orthodox tocaba respirar una buena bocanada de aire fresco y no viciado, y me diriguí al escenario Mini para presenciar otro de los momentos más especiales del festival. El dúo de pop refinado, y afeminado, Girls, se presentaron con una banda al completo, guitarra adicional, teclados, batería y tres coristas negras, en un escenario que decoraron con flores atadas a todos los micros e instrumentos dejándosos maravillasos con su clase y su saber estar sobre las tablas. Los temazos se sucedieron sin tregua en un concierto que llegó prácticamente a la hora de duración. Sublimes.


Con la caída de los Melvins resonando por todo el Festival, todavía no se sabe el motivo concreto, y a punto de empezar el concierto de los The Cure, todo un lujazo ya que el resto de conciertos estaban todos a medio gas, me personé en la primera fila del escenario Vice para ver en acción a los ansiados Liturgy. Con tan sólo dos guitarras y una caja de ritmos, los americanos nos volvieron a meter en un inigualable trance musical en el que las melodías y los riffs se aliaban para enfrentarse en una batalla épica entre el hombre y la máquina. El carisma de su vovalista es bastante dudoso, pero la calidad que le imprimen a sus directos y la experiencia irrepetible que resulta de su hipnotizante y agonizante show no se paga con dinero. Si Godflesh lo hicieron en su día por la vía industrial, Liturgy lo hacen a través del black metal, pero el mérito es el mismo. De lo más original y alucinante del Festival.


Con 3 cuartos de hora hasta empezar el concierto de los Napalm me personé en el escenario San Miguel para disfrutar de un buen rato de mis amados The Cure, con la suerte de poder escuchar mis dos temas favoritos de la banda, Lovesong y The Edge Of The Deep Green Sea. Muy mayores ya pero dando el cayo como el que más, Robert y los suyos hicieron un concierto de más de 3 horas en las que, por lo visto, no se dejaron ni un hit en el tintero.


Llegaba el momento de los clásicos, y los primeros en salir a escena fueron esa bestia parda de Birmingham llamada Napalm Death. Con más de 30 años en la escena y considerados los abuelos de grind-core, lo suyo no tiene nombre. Despachando un set-list en el que cayeron temazos como Suffer The Children, Scum o Nazis Punks Fuck Off, por nombrar algunos clásicos, pusieron especial énfasis a su imponente nuevo disco demostrando que en directo todavía pueden sonar más brutos, más salvajes y mejores que en estudio, como siempre. Como dato curioso comentar que durante los primeros gritos de Barney los del sonido tuvieron que bajarle el volumen del micro para que no reventara los altavoces con sus berridos y además, en cuanto la cosa se puso un poco candente por el púlbico, se personaron 5 seguratas en el foso por si acaso, jajaja.


El último concierto de la noche, para mi, era enfrentarse a la mismísima muerte figurada, a la maldad personificada, a la peligrosidad sobre un escenario, era enfrentarse, a los mismísimos Mayhem en cuerpo e impía alma. El miedo y la expectación se apoderaron de mi persona, si me cortan en ese preciso instante ni sangro, y llegó el momento, el ansiado y deseado momento. Sobre el escenario, un puñado de cabezas de cerdo recién cortadas clavadas en estacas llameantes, Necrobuther al bajo, Hellhammer a los parches y Attila al micro, secundados por dos guitarras de estética neo-nazi, hicieron sucumbir a sus maldades al personal con un concierto que podríamos catalogar de irrepetible. Attila es una auténtica bestia inmunda al micro, la banda sonó como nunca jamás y además incluso receptiva y comunicativa con el público, algo con lo que no contaba la verdad. Comunión satánica en todos los sentidos, una misa negra en todo su meléfico esplendor, no tengo palabras para describirlo, ¿el mejor concierto del festi?, posiblemente.

Mañana el final de la aventura.

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