Entrar por la rampa de acceso al Primavera Sound, a eso de las cinco menos cuarto de la tarde, y encontrarte con un autobus-escenario de Red Bull, en el que estaban actuando en formato acústico Eric Fuentes & El Mal, no es entrar bien, es entrar con alfombra roja bajo los pies. Tan sólo me quedé a un par de temas, ya que lo he visto varias veces y tenía ansias por entrar, pero lo que ví, fue más que correcto. 2 temas y para la puerta a hacer mi cambio de entrada por pulsera, jejeje.
Los primeros en desvirgar el Festival fueron los españoles Doble Pletina. Un combo de pop dulce que bebe tanto de los Fresones Rebeldes como de La Buena Vida y que nos sorpendió con su versatilidad a la hora de encontrar variopintos instrumentos para presentar su jugosa y familiar propuesta. Entre los instrumentos fuguraban una sierra y una de esas cajitas digitales con sonidos tan molonas. Entre el público se encontraba un niño amigo de la banda a la que le didicaron uno de los temas, monísimos.
Acto seguido me dirigí al escenario contiguo en el que vi finalizar, sólo me dio tiempo para 2 temas, el concierto de los también españoles Pegasvs. Sinceramente, a su propuesta de electrónica análogica le falta mucho por pulir sobre el escenario, sonaron potentes eso si, pero también algo sucios y repetitivos en sus melodías, para mi flojillos aunque hay que decir que la gente estaba entregadísima. Eran uno de los hypes patrio del momento y no me acabaron de convencer del todo, con estas cosas ya se sabe.
De vuelta al escenario Vice llegaba uno de mis momentos álgidos de todo el festival. Era el momento de ver en acción a los pontevedrenses Unicornibot y la expectación era máxima. Contando que era uno de los rincones más pequeños del Festi, consiguieron congregar a un buen puñado de fans y curiosos demostrando sobre las tablas que su calidad debería sobrepasar fronteras para convertirse en uno de los combos instrumentales más creativos, directos, adictivos y eficientes de todo el panorama internacional. Sin duda de lo mejor del día.
Corriendo ráudo y veloz me personé en el escenario ATP para acabar de ver finalizar la actuación de los estadounidenses Storm Of Light. Una pena que coincidieran con los Unicornibot ya que tan sólo pude presenciar dos temas, pero os puedo garantizar que las aguas de mar Mediterráneo llevaron algún tsunami hacia alguna isla remota propiciado por los poderosos y rocosos riffs del combo americano. Ahí va una foto de su guitarra, me coloqué en primera fila y quedé prendado de ella durante lo poco que pude ver.
En un momento de parón en el que nada de lo que había a la vista me era conocido o interesante fui a encontrarme con mi broli Xavi Sánchez y que, bajo su recomendación, me dirigió al concierto de los Friends. Una banda de esas de broma, pero que al menos no se lo tomaba en serio. Teclados de juguete, triángulos y demás parafernalia infantil mezclado con unos ritmos que bebían tanto del disco ochentero como del reggae, una mezcla más que resultona, supliendo la calidad como banda con el encanto de su preciosa vocalista, que además bajó hasta el público par cantar uno de los temazos. Sorpresón más que agradable, menuda fiesta!!!.
Eran las ocho cuando un buen rebaño de gente se dirigía a ver uno de los hypes del Festival. Con el recinto del escenario Pitchfork lleno hasta la bandera y con no pocos problemas técnicos para empezar su concierto la guapísima Grimes se dispuso a soltar su retalía de hitazos bailongos para deleite del público. Creo que no duramos ni dos canciones, un esperpéntico espectáculo de bases pregrabadas sobre las que hacía una especie de karaoke cutre salchichero es lo que nos presentaba la ansiada Grimes, además de poner sobre el escenario a toda una troupe de modernos, aún más esperpéticos que el propio show, haciendo como que bailaban, ni por asomo. Decadente es la palabra. Lo peor de todo es que a la gente le encantaba, cogía el vaso de cerveza y la gente aplaudía, se peinaba y la gente aplaudía, vamos que yo creo que se tira un pedo y la peña le hace un monumento, borregismo extremo. Lo peor del día y posiblemente del festival.
Con el ánimo por los suelos Xavi y yo decidimos pasarnos a ver a los de Greg Dully en el escenario San Miguel. Acierto absoluto!!!. Nunca antes había escuchado a los The Afghan Wings, pero lo que os voy a decir es así de simple. Me he hecho fan instantáneo de la banda de los noventa más menospreciada y con más calidad de las pocas que quedan en pie. Greg Dully y los suyos dieron una lección de clase, calidad, camaradería y formas a un entregadísmo público que gritaba y coreaba sus canciones como sino hubiera un mañana, una lástima no saberme ni una, pero me los apunto como asignatura pendiente. Hasta el momento los mejores.
A los Mazzy Star quisímos darles una oportunidad, por eso de que también son una leyenda noventera, pero su cansino y soso shoegaze, apagado y casi tenebroso, no acabó de hacernos gracia y optamos por ir al escenario Mini donde comenzaban su actuación los Dead Cab For Cutie.
Los Dead Cab descargaron con decisión su lángida propuesta, en la que se encuentran por momentos el emo y el indie de los noventa, resultando en un concierto quizás algo falto de pasión pero compensada con creces por unos temazos cantados al unísono por el respetable y con un final de esos míticos en los que supieron poner toda la carne en el asador.
De nuevo en uno de esos momentos muertos me dejé aconsejar por el gurú Xavi Sácnhez y acabamos en el escenario Pitchfork en el que acutaban los londinenses Kindness. Posiblemente mi descubrimiento favorito del festival. Con una banda compuesta por un bajista más bien tirando a estética rocker, un batería negro que parecía sacado de un video de RUNDMC y dos coristas, también negras, que supieron como meterse al público en el bolsillo desde el primer momento, Adam Bainbridge salió a escena con más estilo que Tony Manero y el espíritu de James Brown en sus pies para poner a bailar a todo el mundo a ritmo de funky con sus sopredentes pases de baile y su tierna y exhultante calidad. Un 10 en todo.
LLegaba otro de mis momentos claves del día, el momento de ver, por primera vez en mi vida, a los politizados Refused. 15 años después, todavía más sabios y con mucha más experiencia a sus espaladas, los de Dennis Lyzken supieron llevar al extasiado público hasta el nirvana del harcore-punk descargando clásicos de la talla de New Noise y Rather Be Dead con una potencia y una puesta en escena descomunal, también de lo mejor del día sin duda.
De nuevo corriendo cual poseso me dirigí al escenario Mini para ver finalizar la actuación de mis adorados The XX. Una banda a la que le tengo un cariño especial y a la que tengo como asignastura pendiente de ver en directo en condiciones. Solamente me dio tiempo de ver 3 temas, pero tanto la puesta en escena, todos de negro y de estética muy similar, Jamie alzado en la parte trasera con todas sus maquinitas a su servcio y una gran X decorando el escenario, como su sonido, prácticamente perfecto, fue todo de lujo extremo, gallina de piel.
Y para finalizar la noche, después de la cáida de Sleep en el último momento, tocaba ver a los misteriosos y muy ansiados Wolves In The Throne Room. Los hermanos americanos salieron a escena sin mediar palabra, 2 guitarras y una batería, para descargar su personal propuesta en la que engloban black y música ambiental para someter a los asistentes a un trance sonoro irreptible. Ver a los Wolves es algo así como un estado mental que te lleva a un plano musical en el que la abstracción y la pasión son los únicos protagonitas. No se puede explicar con palabras.
Y mañana seguimos con el Viernes, menos conciertos pero mayor intensidad, eso seguro.
Mazzy Star = cansino y soso shoegaze ?¿!
ResponderEliminarEstá claro que cada cual tiene sus gustos pero creo que decir eso es arriesgado y egocéntrico, si no comprendes su música no hagas una crítica.