Parece que estamos ante la semana de los veteranos resurgidos, y con razón. Si empezábamos la semana con el nuevo reconstituyente en forma de álbum facturado por unos renovados Pennywise y ayer hacíamos lo propio con los masters del doom Candlemass, hoy nos toca vernos las caras con una de las bandas de rock de los 80 más famosa y respetada. La criatura más rentable de Billy Duffy y Ian Astbury ha vuelto a poner su rocosa maquianria en marcha para dejarnos el que, desde ya, es uno de los mejores discos de rock del año y, posiblemente, el mejor que factura la banda desde su primera separación en 1994.
Ian Astbury es sin lugar a dudas uno de los mejores vocalistas de su generación, el hombre acaba de cumplir de los 50 este año, y su calidad y su verdadero potencial salen a relucir como nunca y de manera excepcional cuando él y Billy están en la misma habitación componiendo. Es como si entre los dos no hiciera falta más que un par de riffs molones, un par de melodías resultonas y el peculiar registro de Ian para convertir todo eso en oro en sin practicamente ni proponérselo.
Volviendo al estilo de portadas como la del Ceremony, el rollo tribal siempre ha ido adherido a su estética de una manera o de otra, nos encontramos con un disco que bebe de sus primeras obras actualizando su sonido sin excesos pero con convicción. No quieren sonar como antaño pero tampoco quieren perder la identidad, y es precisamente ese enfrentamiento de lo viejo con lo nuevo lo que hace realmente grande a este disco.
Con una formación que viene sin alterar desde su anterior largo parece que han conseguido empastar todos a la perfección llevando a un nivel aún mayor sus composiones. Quizás otro de los mayores aciertos del disco sea su sorprendente variedad. Tanto podemos escuchar un tema más al estilo punk como otro de aire más clásico y familiar, todo envuelto siempre en ese aura cálida y reverencial que muestra el dúo en todos y cada uno de sus discos. Magistrales como siempre no, mejor!.
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