¿Es posible que el edonista de Billy Corgan haya dejado de mirarse su propio ombligo por un momento y haya creado un disco lo suficientemente interesante como para pegarle un par de escuchas y no salir corriendo?. Pues al parecer si, este Oceania tiene todos los números para convertirse en el disco del que mejor sale parado el señor Corgan desde los tiempos de los añorados Zwan, y de eso hace mucho, y también para convertirse en uno de los mejores discos de rock del año.
Por de pronto os voy a decir que a los antiguos Smashing los tengo en un pedestal, todos sus discos me parecen magistrales, el Siamese Dream es uno de los discos de rock que más he disfrutado en toda mi vida y, por supuesto, de mis favoritos. Pero bajo mi punto de vista, el señor Corgan se tenía que haber quedado con sus deliciosos Zwan, banda que formó junto a Jimmy Chamberlin después de darle carpetazo a los Smashing a princpios de la década pasada, y explaiarse agusto en esa faceta colorista y feliz que tan buenos resultados le dio en su momento.
No creo que hubiera ninguna necesidad de resucitar a los Smashing, y menos después de 7 años con un disco tan malo como el Zeitgeist, si su intención era retomar lo que dejó con los Smashing, más nos hubiera valido a todos que lo hubiese hecho con otro nombre y dejar así intacto el insuperable legado de una banda única e incomparable. Pero por desgracia no fue así. Después de la fallida generalizada que tuvo el Zeitgeist, compuesto y ejecutado únicamente por él y Chamberlin, y que Chamberlin diera por concluida su extensa colaboración con Corgan de una vez por todas, Corgan perdió el norte con un disco conceptual sobre el Tarot llamado Teargarden By Kaleidyscope, del que fue entregando singles, mp3 y demás canciones sueltas, hasta completar un soberano tostón del que no pude pasar de la segunda entrega.
Pero con Oceania parece que Billy ha conseguido redimirse, ha vuelto a coger el rumbo y ha facturado un disco por encima del sobresaliente. Es innegable la calidad que vuelve a exponer este hombre en composicones como la inicial Quasar y la siguiente Panopticon, podrían ser incluso caras-b del mítico Siamese Dream. Un comienzo con el que me ha hecho callar la boca de golpe. Acto seguido nos encontramos con The Celestials y Violet Rays, dos medios-tiempos portentosos y melosos que bien podrían haber entrado entre las lentas del Mellon Collie. La primera tiene un aire dulzón que nos recuerda en parte a los Red Hot más comerciales y la segunda empieza a juguetear con los teclados de manera deliciosa.
My Love Is Winter es un tema que huele a unos Smashing reconstruídos, remodelados. Arreglos de cuerda y teclados coinciden en un temazo que da paso a otra joyaza llamada One Diamond, One Heart, con unos samplers al más puro estilo ochentero, que tiene pinta de hitazo por los cuatro costados, éste nos remite irremediablemetne a la gloriosa época del Adore. Seguimos con los samplers ochenteros para sazonar al gusto la composición y llegamos hasta el meridiano del disco de la mano de la impresionante Pinwheels, un temón de casi 6 minutos con varios cambios de ritmo soprendentes y un Billy Corgan pletórico a las vocales, coros femeninos incluidos. Semi-acústico y electrónico a la vez, es uno de los momentos más inspirados de Corgan en años.
Y llegamos a Oceania, el tema que da nombre al disco, una odisea musical de más de 9 minutos en la que Billy expone toda su creatividad pasando por épocas y estilos como un maestro y dejando claro que, por si alguien tenía dudas, entre los que me incluyo, de su todavía capacidad para sorpernder y crear piezas de rock únicas y atemporales, aquí tenemos un doctorado en la materia. Pale Horse es un tema que apuesta por un carácter folk pausado y casi campestre y que funciona como una burbuja de oxígeneo despues de la densidad de Oceania.
Los tres últimos temas, antes de cerrar el disco de manera exponencial con Wildflower, beben directamente y sin complejos, y yo que lo celebro, de los riffs de los primeros Smashing, mucho más alegres y positivistas que entonces por supuesto. De la misma manera que The Chimera y Glissandra nos recuerdan más al Siamese, Inkless es inequívocamente de inspirición Gish. Y llegamos al triste final, no por triste sino por final, con la inconmensurablemente preciosa Wildflower, un final tan hermoso que ni en mis mejores sueños.
La conclusión, un disco tan inesperado como vitalista que sin problemas podría rivalizar con lo mejorcito de la banda de Corgan. No olvidemos que la capacidad para innovar y reinventarse de Corgan, incluso con los Smashing, ha sido siempre digna de admiración, pero tengo que admitir que no me esperaba algo tan gordo. Uno de los mejores discos del año y del que tengo que agradecer al gran Jorge por el heads-up, posiblemente ni le hubiera dado la oportunidad de no ser por ti, gracias!!!.
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